Ya que estamos en “modo arqueología manga” y que este domingo he pasado por casa de mi abuela, donde guardo libros y cosas que no caben en mi casa, he decidido rescatar mis carpetas de fotocopias de Dragon Ball para compartir y recordar con vosotros esa mítica época en la que los fans del manganime, o más concretamente, los fans de Dragon Ball, íbamos locos por la serie y llegamos a traficar con fotocopias. Seguramente los más jóvenes o bien no tendréis ni idea de lo que os hablaré, o bien habréis oído hablar remotamente sobre unas “fotocopias” de Dragon Ball. Así que voy a hacer de abuelo Cebolleta y os voy a contar mis batallitas.
Añadido posterior: cabe decir que lo que viene a continuación son mis vivencias personales, es decir, es un post totalmente subjetivo. En los comentarios se reivindica que fue primero TVG, es decir, la autonómica gallega, la que emitió primero Dragon Ball. En el momento de escribir este post (escrito con el corazón, por otra parte, no con ánimo enciclopédico ni mucho menos) desconocía ese dato, por lo que me disculpo.
Corría el año 1990 y TV3, la televisión autonómica catalana, empezó a emitir el anime de Bola de drac. Esa primera emisión se cortó justo antes del primer torneo de las artes marciales y muchos nos quedamos con las ganas de más, pero poco después volvió a empezar la serie y ya entonces se creó un fenómeno brutal que nunca más se ha repetido y probablemente jamás se repetirá. Bola de drac obtuvo tanto éxito que los chavales (yo tenía unos 14 años, un poco grandecito pero flipado igual por la serie) no hablábamos de otra cosa en clase. Recuerdo que, al menos en mi caso (yo ya iba al instituto, a 1º o 2º de BUP), solo unos pocos éramos acérrimos seguidores de la serie y todos los días nos pasábamos horas hablando de ella, mientras que los demás pasaban de ver “esas cosas de niños” y nos miraban (la verdad) con ojos un poco despectivos.
En cualquier caso, a partir de 1990 y durante uno o dos años, la serie de Dragon Ball solo se emitió en Galicia y en Catalunya, por lo que era desconocida en otros territorios del estado español. Por lo tanto, las grandes firmas no “descubrieron” el filón de Dragon Ball hasta que la fiebre ya se extendió por toda España, sobre 1992 o así. En ese impasse, los catalanes (y me consta por los comentarios que los gallegos también) estábamos absolutamente locos por Dragon Ball y, aunque muchos nos habríamos dejado una pasta brutal en merchandising, muñecos, pegatinas, camisetas, lo que fuera, ninguna empresa estaba comercializando absolutamente nada.
Y así surgió un trapicheo underground que marcó una época: el intercambio de fotocopias. Fotocopias de fotocopias de fotocopias de fotocopias, muchas surgidas del manga original japonés, otras de ediciones coreanas, otras de fanzines o revistas francesas, otras del fanzine español Kiusap (¡de Cels Piñol!) e incluso otras dibujadas (o copiadas) por los propios chavales.
Por cierto, me permito reproducir un párrafo de la obra El gran libro de los manga, de Alfons Moliné (Glénat, 2002), que relata de forma más objetiva el fenómeno (Alfons, con tu permiso):
Precisamente, en la misma época se estaba gestando en España, y más concretamente en Cataluña, un fenómeno no repetido en otros países, que constituiría un paso de gigante en la citada consolidación: el boom despertado por la serie televisiva de Dragon Ball, basada en el manga homónimo de Akira Toriyama. La aparición en 1990 en la cadena autonómica catalana TV3 de las hazañas de Son Goku y compañía causó un impacto entre los jóvenes y no tan jóvenes -impacto precedido, en cierto modo, por la emisión de Dr. Slump, adaptada de otro manga de Toriyama, en la misma cadena a partir de la segunda mitad de los 80- que se extendió al resto de la península al ser emitida la serie también por las restantes cadenas autonómicas. La no existencia, alprincipio, de merchandising basado en la serie motivó que los propios fans crearan el suyo. Todo un tráfico de fotocopias del manga original japonés de Dragon Ball circuló no sólo entre niños y adolescentes, sino también entre jóvenes adultos. La dragonballmanía quedó consolidada como un perfecto ejemplo de cómo un mito popular de masas puede ser creado a partir del favor del público, sin campañas publicitarias de ningún tipo.
En fin, aquí dejo algunas muestras de estas míticas fotocopias. Yo llegué a acumular más de 200 (las tengo todas numeradas y ordenadas en carpetas, y encima con mi nombre escrito en el reverso, ¡flipa!), más el tomo 29 japonés fotocopiado íntegramente porque a un amigo se lo trajo su padre desde Japón y le rogué que me lo dejara fotocopiar. Los scans están hechos “sin trampa ni cartón”, es decir, escaneando las páginas A4 tal cual y sin intentar embellecerlas ni nada, tal cual las tengo. Todas, por cierto, pueden ampliarse haciendo clic sobre ellas.
Esta la recuerdo bien porque fue la primera fotocopia que cayó en mis manos. Estaba fascinado por la Z del título, no sabía de dónde había salido. ¿Era una segunda parte? ¿Y quién es el chico que va montado encima del dragón? Un montón de incógnitas, puesto que en Catalunya solo conocíamos en ese momento al Son Goku niño, y poco imaginábamos que habría un Dragon Ball Z y que… ¡Goku crecería y encima tendría un hijo!
Esta la tengo numerada con el número 1. Seguramente le puse ese número porque, en el momento de querer ordenar bien mi material, puse las láminas por orden de preferencia. Esta fotocopia a mí me tenía fascinado. ¿Son Goku mayor? ¿Y ese pedazo de agujero sangrante tan bestia?
Como se puede comprobar, las fotocopias que circulaban eran de una calidad pésima. Eran fotocopias de fotocopias de fotocopias, etc. y habían perdido un montón de calidad con cada copiado. Además, yo estudiaba en La Garriga, a unos 40 km de Barcelona, y no podía ir los domingos al Mercat de Sant Antoni (punto neurálgico del trapicheo de fotocopias), por lo que el material que allí llegaba forzosamente tenía que ser de cuarta o quinta mano por lo menos. Me consta por cierto que las fotocopias se extendieron por toda Catalunya, llegaron por toda la costa de Levante (donde se podía ver TV3) e incluso más lejos.
“¿Goku no está un poco crecido aquí?”, nos preguntábamos. Claro, cuando vimos esta fotocopia nosotros solo conocíamos al Goku niño…
Hm… ¿Quién será este con cara de malas pulgas? Una gran parte de las fotocopias que tengo eran de portadillas de la edición japonesa (que venían al final de los tomos). Creo que fue aquí donde empezó a fraguarse mi fascinación por el idioma japonés, a fuerza de ver estos “garabatos” extraños y misteriosos por todas partes.
Otro grueso de las fotocopias lo ocupan escenas impactantes (léase extremadamente violentas) del manga. Los “dealers” escogían las viñetas más bestias y hala, a fotocopiar (para “gozo” de los padres, por supuesto, a los que encantaban escenas como esta:)
Otro gran grueso de fotocopias lo ocupan páginas enteras de tomos japoneses:
¿Y estos quién demonios son? A veces llegaban fotocopias de partes muy avanzadas del manga, y solo sabíamos que eran de Dragon Ball porque lo ponía y porque el estilo de dibujo era inconfundible, pero éramos incapaces de reconocer a los personajes porque simplemente aún no los habíamos visto por televisión.
También tengo bastantes fotocopias de tomos coreanos. Claro está, en aquel entonces no sabíamos que estos otros garabatos no eran japonés, sino coreano.
Finalmente, no pueden faltar los “fan-arts”, o sea dibujos trazados, copiados o creados expresamente por dibujantes patrios, algunos mejores y otros peores.
Este, firmado por “Joan Akira”, es obra de un compañero mío de clase que dibujaba de maravilla:
Y el “más difícil todavía”… En el Salón del Cómic de Barcelona de 1992 (creo), en pre-lanzamiento del manga de Dragon Ball de forma oficial por parte de Planeta deAgostini, se llegaron incluso a distribuir fotocopias “oficiales”, que contaban con el permiso expreso de Shūeisha, con copyright y todo. Esto prueba lo bestial que llegó a ser el fenómeno, para que incluso se llegaran a hacer fotocopias con sello oficial de Shūeisha (!!!!). Yo tengo tres ejemplares distintos, me parece que los tres únicos que hicieron, y esta es una muestra:
Para terminar, aquí os dejo una muestra del primer “merchandising” de Dragon Ball que llegó a mi pueblo, L’Ametlla del Vallès. Son unas pegatinas horribles que, aunque tienen copyright y todo, la verdad dudo mucho que fueran oficiales. De hecho, tienen una pinta piratesca impresionante y son feas como el cagar. Eso no impidió, sin embargo, que yo comprara un ejemplar de cada (hay unas 10), que guardo junto a las fotocopias.
¿Qué os ha parecido el viaje al pasado? ¿Coleccionabais vosotros fotocopias? A los más jóvenes del lugar, ¿conocíais este fenómeno? ¿Qué opináis de él? ¿Estábamos todos como una cabra? Probablemente sí…
Por cierto, lanzo una petición al aire: pensaba que la conservaba, pero he examinado todas mis fotocopias y no he dado con ella. ¿Alguien guarda la mítica fotocopia de “Allarga’t bastó màgic”? Me encantaría ponerla aquí, pero maldita sea, me temo que la he perdido… ¡Y esa era impagable! XDDD
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