Para que figure también en mi blog personal, recupero este artículo, que formaba parte de una recopilación de artículos de opinión sobre la traducción de manga, anime y videojuegos de la página web Koi-nya. Recomiendo leer, no solo la mía, sino también las otras opiniones que se vierten en ese recopilatorio. ¡Es realmente interesante!
Ante todo, debo decir que los artículos de opinión no se me dan muy bien. Soy una persona en general tolerante, respeto las opiniones de los demás y, aunque obviamente tengo la mía, me cuesta muchísimo expresarla y, mucho más, encumbrarla por encima de la de los demás como si fuera un dogma.
Creo que nadie tiene la razón absoluta, que dependiendo del prisma con el que se mire, las circunstancias de cada cual o la situación, así como otros factores, cada opinión puede ser perfectamente válida. Por eso, aunque estoy encantado de colaborar en esta iniciativa de koi-nya, lo cierto es que lo hago bastante apurado. Aunque tengo que decir que juego con cierta ventaja, ya que los colaboradores de la página han tenido a bien pasarme de antemano sus artículos, con lo que tengo claro cómo enfocar este artículo.
Veo en las opiniones de los demás posturas a favor y en contra de los fansubs y scanlations, ciertas críticas a los traductores profesionales y cosas así. Ya avanzo: no voy a posicionarme en eso. Primero, porque no se puede generalizar: al igual que hay fansubs/scanlations malísimos, estoy seguro de que también los hay excelentes (no puedo profundizar porque, gozando del privilegio de poder disfrutar del original sin filtros, no los consumo y por lo tanto no los conozco). Y, al mismo tiempo que para ciertas cosas son excelentes (dar a conocer series, pasión en su trabajo, inmediatez…) para otras pueden llegar a ser muy dañinos si, como ocurre con cualquier cosa en esta vida, se abusa de ellos. Sin ir más lejos, yendo a la raíz de todo, si los creadores no pueden ver recompensadas sus inversiones (de tiempo, de esfuerzo, de dinero, o de todas a la vez), dejarán de crear. Así de sencillo.
En cualquier caso, voy a expresar mi opinión sobre cómo debe ser, en mi humilde opinión, una buena traducción. Y esto es aplicable tanto a fansubs/scanlations como a traducciones profesionales, de manga o de anime.
Para mí, una buena traducción de manga/anime debe ser, simplemente, aquella que permite al lector extranjero (español, francés guaraní, uigur, lo que sea…) situarse al mismo nivel –o casi, si no es posible– que el lector original japonés. Nada más.
Esta es la premisa que aplico en todas mis traducciones y, por extensión, la que aplicamos en la agencia de traducción Daruma Serveis Lingüístics. Obviamente, si un cliente (editorial o distribuidora de anime) nos pide otro enfoque, deberemos adoptarlo, pero cuando no hay especificación –la mayoría de las veces, por otro lado– es este el criterio que utilizamos.
Dicho esto, unos cuantos puntos:
- Respeto por el original. No nos inventamos cosas, no ponemos más ni menos que en el original. Tal vez no usemos las mismas palabras, tampoco es necesario, pero debemos transmitir la intención, el registro y el “tono” del original. Si habla un mayordomo en registro muy formal, le haremos usar castellano formal, incluso rimbombante o anticuado. Si es un delincuente hablando de forma muy burda, en castellano hablará con tacos (sí, en japonés hay muy pocos tacos, pero la forma de hablar, el tono, la gramática, etc. que se usa en ciertas situaciones es perfectamente equivalente a nuestros variopintos insultos, por lo que en estos casos se pueden usar tacos sin problemas), y así.
- Naturalidad en castellano. No se trata de conseguir que el guión parezca escrito por un español, tampoco es eso, pero sí se debe buscar una sonoridad, una naturalidad, que permita leer el texto con total fluidez. De esto se deriva también el no-uso de los famosos sufijos honoríficos (-san, -chan, -kun…). En español no existen y bien que nos apañamos. No niego que en algunas ocasiones son muy útiles ya que tienen matices que delatan el tipo de relación que tienen los personajes entre sí. Sin embargo, aunque en español los obviemos, tenemos otras herramientas o estrategias con los que conseguir resultados similares: más o menos formalidad de lenguaje, ciertas expresiones o palabras, etc., con las que podemos dar a entender esas relaciones. Ciertamente, no niego que muchos matices se perderán potencialmente en el proceso, pero si el traductor es bueno casi no se tendría que notar.
- Permitir que el ritmo de lectura de la traducción sea igual o muy parecido al original. Esto implica no abusar de las notas de traducción, por ejemplo. Si algo se puede parafrasear, explicar de alguna forma dentro del texto o “sortear” como sea, mejor eso que interrumpir al lector en su lectura con una nota. Evidentemente, también dependerá del tipo de obra y de la importancia del hecho cultural. No es lo mismo que unos personajes coman takoyaki en una sola viñeta y digan lo ricos que están (en cuyo caso pondremos “bolitas de pulpo” o similar) o que se pasen toooodo un capítulo hablando de todos los tipos de takoyaki, sus bondades y defectos y todo lo demás. En este segundo caso, pondremos bien una paráfrasis tipo “me encantan las bolas de pulpo “takoyaki” la primera vez que salga el término, bien una nota del traductor del estilo “Típicas bolitas rellenas de pulpo que se comen recién hechas, muy calientes (¡cuidado con quemarse el paladar al primer mordisco!), generalmente en puestos callejeros. Se trata de un snack muy típico de la ciudad de Osaka”.
Esto es válido en el manga, no así en el anime, donde existe la regla de que, profesionalmente, no se contemplan las notas de traducción ni en doblaje ni en subtitulación (y ahí sí que los traductores no tenemos nada que hacer; las reglas son así y se tienen que aceptar). - Por otra parte, y ligado al punto 2), cuando la cantidad de notas se prevé muy elevada debido al contexto histórico o social de la obra, se sugiere a la editorial la redacción de un artículo introductorio con el que se pretende colocar, insisto, al lector al mismo nivel que el original japonés. Eso fue así, por ejemplo, en los casos de Rurouni Kenshin (edición Kanzenban) o Ikkyû. Alternativamente, se sugiere colocar todas las notas al final del tomo (caso de Bakuman.) para, de nuevo, no entorpecer continuamente la lectura. Sin embargo, estas propuestas a veces no llegan a buen puerto por cuestiones de a) paginación (no hay quedan páginas libres en el tomo), b) autorizaciones (la editorial japonesa no autoriza a colocar material extra o bien exige un proceso de aprobación muy complicado de llevar a buen puerto).
- Trasladar la intención del autor por encima de las palabras en sí. Esto se aplica sobre todo en obras de humor, en las que prima la intención original –hacer reír–. Aquí, las palabras en sí dejan de tener importancia: lo que la cobra es que la adaptación (aquí ya no hablamos de “traducción” pura y dura, sino que va más allá) haga reír igual que el original. En Shin Chan, por ejemplo, cambiamos muchísimas cosas. Cuando Shinnosuke, con intención de ligar, pregunta a las chicas si “prefieren poner cebolleta en el nattô (semillas de soja fermentadas) o se lo toman a palo seco”, en castellano pregunta si “le ponen queso rallado a los macarrones o se los comen tal cual”. La traducción literal no tendría ninguna gracia en castellano, la adaptación sí porque “entra” a la primera. Y así, cientos de adaptaciones que, por cierto, contaron con el beneplácito del autor, el malogrado Yoshito Usui, que se mostró encantado cuando, medio asustado por una posible reacción iracunda, me atreví a confesarle que estábamos cambiando muchas cosas en aras de la risa. Su respuesta, acompañada de una gran sonrisa, fue: “¡genial, cambiad lo que queráis, la cuestión es que Shin Chan haga reír, y obviamente, visto el éxito que tiene en España, lo estáis consiguiendo, así que adelante!”
También en esta línea, a veces hay que cambiar nombres o referencias concretas, japonesas, por otras universales (nunca eminentemente españolas, sino referentes que también un japonés podría perfectamente conocer y utilizar). Así, cuando Shinnosuke habla de sus modelos o actrices –japonesas– favoritas, en castellano pusimos nombres de bellezas internacionales como (en su tiempo) Claudia Schiffer o Cindy Crawford o, más recientemente, Anna Kournikova, Scarlett Johansson o similares. En castellano no tendría la misma gracia que Shin Chan flipara con una revista con semidesnudos de Ayako Nishida (por decir algo) que de Scarlett Johansson, ¿verdad?
En este punto, por cierto, también hay que tener en consideración el tipo de público al que va dirigido la traducción. No es lo mismo traducir para “el gran público”, que no tiene por qué conocer nada de Japón y hay que dárselo todo “masticado”, que para un reducto de fans acérrimos que conocen perfectamente el contexto en el que está enmarcada la obra en cuestión. La primera traducción será muy adaptativa, en la segunda probablemente dejaremos muchos términos en japonés y ofreceremos información extra en forma de notas o artículos. - No usar dialectos. Es una lástima, pero aunque en el manga / anime abundan los personajes que hablan en dialecto (especialmente en el de Osaka/Kansai), en castellano no podemos trasladar esto como dialecto e irremediablemente se pierde. No tiene ningún sentido que un japonés hable como un gallego o como un andaluz. Por mucho que nos duela, el matiz tiene que perderse aunque, eso sí, podemos intentar “recuperar “algo de la idiosincrasia del personaje haciéndole usar ciertas palabras o expresiones. La única excepción que nos hemos encontrado en Daruma, por cierto, es la de Lala González, estudiante mexicana que llega a la escuela Yagami en School Rumble. En este caso, y solo en este caso, Lala habla en la versión española con un fuerte acento mexicano (¡porque es mexicana!) que obviamente, no tiene en japonés, donde habla como una extranjera cualquiera.
- Me dejo casi lo más importante para el final. Muchas veces se cae en el error de pensar que, para un traductor de manga / anime, lo más importante es conocer el idioma japonés. No digo que no sea importante: de hecho, obviamente, es fundamental tener un nivel muy alto de japonés, y es preferible, por cuestiones sociales, de contexto, etcétera, que el traductor haya pasado un tiempo en Japón estudiando y viviendo en el país. Sin embargo, muchas veces se desdeña la importancia vital que tiene el hecho de conocer y dominar perfectamente el propio idioma. En Daruma hemos evaluado decenas de pruebas a aspirantes a traductores profesionales, muchos de ellos con un nivel de japonés sin tacha, impresionante diría yo. Sorprendentemente, un porcentaje muy alto de estos aspirantes falla estrepitosamente en castellano: faltas de ortografía, mala utilización de la gramática, poca naturalidad al escribir, errores de puntuación… Verdaderos desastres. Cuando no conoces una palabra, una expresión o una referencia japonesa, tienes herramientas para cubrir esas lagunas (diccionarios, manuales de gramática, Internet, incluso preguntar a amigos japoneses…), pero si tu nivel de español es deficiente, ahí no hay nada que hacer. Mi recomendación: leer y escribir mucho en castellano, y fijarte en lo que lees y escribes. No hay otra.
Y nada, seguramente me estoy dejando muchos puntos, y probablemente muchos de los que expreso son discutibles, pero más o menos esto es todo. La premisa es, básicamente, intentar que el texto adaptado suene natural, fluido –hay que evitar que el texto sea “acartonado”, poco natural, forzado – y que conserve la intención, el registro y el carácter del original. El objetivo, en mi opinión, y reitero la idea que he expresado al principio, debe ser que el lector español disfrute del manga de la misma forma que lo hace el lector original japonés.
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