El otro día me preguntaron por Twitter si Osamu Tezuka había llegado a conocer a Walt Disney, su gran ídolo e inspirador, alguna vez, y si había alguna foto del momento. La respuesta es sí, ambos coincidieron una sola vez solo dos años antes de que Disney falleciera, pero al parecer no hay fotos de ese encuentro o, si las hay, no se han hecho públicas (hay quien dice que sí existe al menos una y que está enmarcada en las oficinas de Tezuka Productions en Tokio, aunque no tengo manera de confirmarlo o desmentirlo).
En todo caso, me puse a buscar y encontré dos referencias, bueno, tres. 1) La narración del encuentro en la biografía oficial en formato manga del maestro (ver más abajo); 2) La descripción del encuentro en la autobiografía de Tezuka Boku wa mangaka (Yo soy dibujante de manga), aunque esta no la puedo verificar ahora porque no tengo el libro a mano y; 3) hoy mismo, buscando si tenía Boku wa mangaka o no, he encontrado el el libro 2 de la recopilación de ensayos de Tezuka (Tezuka Osamu Essay-shū, portada aquí debajo) un escrito sobre ese momento que me he decidido a traducir y a compartir con todos vosotros.
Disney fue la mayor referencia e influencia de Osamu Tezuka, que siempre había deseado, precisamente debido a películas de Disney como Bambi (afirma el propio Tezuka que la llegó a ver cientos de veces en el espacio de pocos meses), dedicarse a la animación. En el Japón de la posguerra, arrasado y sin industria del entretenimiento, era imposible hacer animación, por lo que Tezuka empezó a hacer lo único que podía hacer que se le parecía y se podía hacer por uno mismo con solo papel, tinta y una plumilla: cómics. De ahí a convertirse en el gran padre del manga hubo un paso.
Pero Tezuka nunca perdió sus ganas de hacer animación, y a finales de los años 50 tuvo sus primeras oportunidades colaborando con la recién fundada Toei Animation y, poco después, a principios de los años 60, fundó su propio estudio, Mushi Pro y creó la primera serie televisiva semanal de la historia de la animación japonesa: Tetsuwan Atom (Astroboy).
Todo esto se debe a la influencia que causó Disney en él, por lo que es fácil imaginar la devoción ciega que le profesaba. Vemos en este relato que Tezuka se presentó ante Disney no como el gran y respetado “dios del manga” que estaba en proceso de ser en Japón, sino casi como un niño ilusionado ante la oportunidad de conocer a su mayor ídolo.
Disney en Nueva York
por Osamu Tezuka
Una vez conocí a Walt Disney en Nueva York. Mejor dicho, tal vez sería más apropiado decir que me topé con él.
El día de la inauguración de la Feria Mundial de Nueva York (N del T: 22 de abril de 1964) tuve, por casualidad, la oportunidad de cruzar unas palabras con él. El caso es que él había acudido en calidad de director conceptual de cuatro de los pabellones del certamen, mientras que yo estaba allí simplemente como artista enviado especialmente por un periódico y para curiosear. Así que, en circunstancias normales, nunca habría tenido la oportunidad de encontrarme con él.
En dicha Feria Mundial presentó, entre otras, una atracción panorámica basada en muñecos-robot especiales electrónicos.
Aquellos trucos robóticos, llamados Audio-Animatronics, estaban tremendamente elaborados, más de lo que podía parecer a simple vista. Por ejemplo. un muñeco de Lincoln hablaba como si fuera perfectamente humano, mientras que mil figuras que cantaban y bailaban hacían las delicias de los visitantes del pabellón de Pepsi Cola.
Cuando me acerqué al pabellón de Pepsi para desempeñar mi trabajo, me topé por pura casualidad con el propio Disney cortando la cinta inaugural.
Estaba saludando a una muchedumbre de unas 500 personas desde lo alto de una tarima. ¡Quedé impresionado al ver las atentas miradas de los ancianos, los jóvenes, los niños y hasta los bebés, que escuchaban con devoción cada una de sus palabras! ¡Cientos de ojos brillando con miradas de respeto, expectación y gratitud!
Todas aquellas personas de distintas generaciones riéndose, disfrutando, amando y, en definitiva viviendo con los personajes de Disney.
Si no recuerdo mal, en aquel momento Disney hizo una especie de broma del estilo de “mis queridos hijos están dispuestos a pasar toda la vida junto a todos vosotros, despreocupadamente y sin causaros nunca ninguna molestia. Al fin y al cabo, ellos no se hacen mayores…”
Antes de encontrarme con Disney, había escuchado varias críticas hacia él en varias partes de los Estados Unidos de boca de expertos.
Todos los animadores de Los Ángeles, sin ir más lejos, coincidían en decir que había caído en la comercialidad más absoluta. Según ellos, merecía su desprecio porque había dejado de ser un creador de películas de animación para pasar a ser un empresario al que todos trataban como un famoso.
Uno de ellos me dijo: “Piénsalo bien. Disneyland no lo ha desarrollado él con sus propios medios. El gobierno le proporcionó esas tierras y fueron empresas recomendadas quienes levantaron el parque por él. Es lo que recibe a cambio de haber hecho una película propagandística tras otra a las órdenes del Pentágono durante la guerra. El gobierno utilizó su fama, mientras que él, a su vez, utiliza al gobierno. Disney no es uno de nosotros.”
También en Japón hay quien critica de forma bastante dura a Disney en los últimos tiempos. De hecho, no son pocos los que dicen que las películas que hizo desde la guerra representan un claro retroceso y pecan de ser estereotipadas, lo que ha desencantado a muchos.
Sin embargo, yo quiero creer que, dejando a un lado el tema de las películas de animación, el propio Disney no estuvo nunca en declive ni cayó en estereotipos, sino que su postura a la hora de querer conseguir una animación lo más amplia posible se hizo, con los años, cada vez más firme y ambiciosa.
La palabra “animación” se suele asimilar con lo audiovisual, pero su base es el animismo, es decir, el modo de hacer que algo que no goza de vida parezca estar vivo.
Desde nuestra más tierna infancia hasta nuestra muerte, los humanos albergamos sueños. Todos hemos soñado alguna vez con ser capaces de volar o de transformarnos. También desearíamos poder conversar con las montañas, los ríos, las sillas, las mesas, las flores, los pájaros y los demás animales. Estoy seguro de que, ahora y en el pasado, en todas las partes del mundo, la gente ha pensado que sería maravilloso que todos estos seres pudieran actuar como las personas.
Estoy convencido de que Disney, en su esencia, persiguió siempre este sueño.
Pensamos por ejemplo que él hizo posible, en la gran pantalla, obras con fuerte carga ecológica como Bambi o documentales sobre la naturaleza en los que los animales actúan como si fueran humanos. Además, una vez completados, quiso dotarles de tridimensionalidad… No me cabe duda de que, como un paso más hacia una expresividad aún más verosímil, se decidió en su momento a crear todo tipo de seres artificiales para Disneyland y a explorar las posibilidades del Audio-Animatronics.
En todo caso, cuando me acerqué al pabellón de Pepsi Cola para hacer mi trabajo, me topé con el propio Disney a los pies de la tarima, una vez hubo terminado su discurso. Muy nervioso y sin saber muy bien qué hacer, me presenté.
– “Hola, soy el jefe de un estudio de animación japonés”, dije.
– “Vaya, bienvenido”, me respondió Disney sin demasiado entusiasmo.
– “Nosotros hemos hecho Astroboy (Tetsuwan Atom).“
– “Oh, Astroboy.”
Por primera vez mostró algo de interés.
– “Lo conozco, lo vi en Los Ángeles. Es una obra excelente.”
– “Gracias, mi equipo se alegrará mucho. Por cierto, ¿podría decirme qué le parece?”
– “Es una historia científica francamente interesante”, me dijo Disney.
– “A partir de ahora, las miradas de los niños se dirigirán hacia el espacio. Estoy pensando en crear algo por el estilo. Si alguna vez tiene tiempo, acérquese a Burbank.”
Está claro que Disney estaba siempre atento al paso del tiempo y a la evolución de los gustos del público infantil.
Burbank es la ciudad en la que se encuentran los estudios Disney. Dentro de los desolados estudios solo hay unos pocos animadores-modelo para deleitar a los visitantes. A mí se me antojó como una especie de yacimiento arqueológico que Disney dejó atrás tal cual, un lugar en el que, en su momento, trabajó con pasión hasta que decidió dedicarse a otros menesteres.
El gran Walt Disney nos ha dejado y no creo que surja nadie capaz de seguir verdaderamente su legado. Al fin y al cabo, aunque podamos aprender las técnicas y la teoría, nadie podrá estar a la altura de sus inagotables sueños y su espíritu inconformista.
(Revista Bungei Shunjū, número de mayo de 1967)
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