El blog de Marc Bernabé

Kuro no tenshi (Los ángeles negros)

Tuesday, March 4th, 2008
  • Título: 黒の天使 -Kuro no tenshi- (Los ángeles negros)
  • Autor: Takashi Ishii
  • Editorial: Shônen Gahôsha
  • Revista: Young Comic
  • Años publicación: 1976-77
  • Clasificación: seinen
  • Tomos: 3

Hace unos años, en lo que era la antigua Nipoweb (un portal sobre lengua y cultura japonesa), en la sección de cine japonés escribí un artículo sobre películas basadas en manga que fue uno de los que consiguió más éxito. De hecho, más de uno me escribió pidiéndome reproducirlo en su revista, web o fanzine, y de hecho incluso una versión mejorada del mismo acabó saliendo en la revista Cine Asia, debidamente rescatado y reescrito por mi buen amigo Eduard Terrades, reputado crítico cinematográfico especializado en Japón. De hecho, es posible que un día me decida a rescatar mi artículo original, sacarle un poco el polvo, actualizarlo un poco y presentarlo de nuevo en este blog, ya que fue un trabajo muy interesante en todos los aspectos y es una lástima que esté muriéndose de risa en mi disco duro.
En cualquier caso, con esto quiero decir que no pocos manga han sido adaptados a la gran pantalla, en películas de imagen real para cines. Pero tal vez uno de los casos más peculiares es el de Takashi Ishii, puesto que este autor no sólo vio varios de sus manga adaptados a la gran pantalla (siendo el más famoso Tenshi no Harawata –Angel Guts-, con nueve obras cinematográficas), sino que él mismo acabó “adaptándose” a sí mismo al cine, haciendo primero de guionista y más tarde de director, puesto en el que sigue hoy en día. Tal vez los más inquietos del lugar hayáis visto su película más conocida hasta el momento, titulada GONIN, ya que ha llegado a nuestro país en DVD. En esta obra tiene un pequeño papel el ínclito Takeshi Kitano, lo que sin duda ha contribuido a que esté en las videotecas de muchos aficionados al cine japonés, independientemente de la calidad de la peli (que no está mal, pero tampoco es una de las mayores joyas del séptimo arte). Cabe decir que el amigo Ishii se ha especializado en lo que en Japón se llama “Pinku eiga” (o sea, “cine rosa”), que no va de las versiones japonesas de la Pantoja o del príncipe Guillermo (por decir algo) sino que es un término acuñado para designar a un tipo de cine erótico único en Japón. Digo único porque las leyes de censura japonesas, que prohíben mostrar abiertamente los órganos sexuales –y que hasta 1993 prohibían incluso mostrar el vello púbico– obligaban a los directores de cine a inventarse todo tipo de trucos para crear obras semipornográficas sin tener que recurrir necesariamente al “mosaico” (pixelado que tapa los órganos sexuales) que define al porno japonés o AV (Adult Video). Las películas de “pinku eiga” no son solamente de folleteo y “yamete yamete*”, sino que tienen una historia –generalmente pero no necesariamente asociada a la violencia yakuza– amenizada por sesiones eróticas más o menos enfermizas, según el director.

*En japonés “detente, detente”. Es lo que gritan las chicas japonesas cuando hacen guarreridas niponas, al menos si hacemos caso de estas películas. Accidentalmente, da para un excelente juego de palabras en español.

En cualquier caso, Takashii Ishii empezó como dibujante, concretamente especializado en lo que durante muchos años se llamó gekiga y actualmente se llama seinen manga. La palabra gekiga fue acuñada por Yoshihiro Tatsumi para desmarcarse del “manga”, término que en los años 50-60 se asociaba al público infantil, a trazo sencillo “tezukiano” y a argumentos más bien maniqueístas y simples. Así, el gekiga nacía como una nueva concepción de cómic, enfocada a un público más adulto, con dibujo más realista y detallado, y con argumentos mucho más complejos. Para que os hagáis a la idea, Golgo 13 es tal vez el gekiga más representativo de la historia. Pues bien, este Kuro no Tenshi que reseño en esta ocasión es, a mi entender, uno de los ejemplos más puros y a la vez bellos de gekiga que conozco.

Reza lo que sepas, colega…

De hecho, Kuro no Tenshi (Los ángeles negros) es una “pinku eiga” en papel, ni más ni menos. Nos cuenta la historia de dos asesinas a sueldo, Mayo y Emu, ambas para mojar pan, que se dedican a cumplir sus misiones haciendo uso de sus “armas de mujer”. De hecho, este libro tiene pinta de haber sido creado casi como storyboard para un filme. De hecho, mi tomo, una primera edición del año 1977, lleva una faja que anuncia la creación de una película basada en él, dirigida por Norifumi Suzuki. Curiosamente no encuentro ninguna referencia a esta obra por ninguna parte, así que cabe asumir que el proyecto fue cancelado. Lo que sí he visto por ahí es una película con el mismo título, dirigida por el mismo Takashi Ishii, de 1998, pero el argumento no parece casar mucho con el del manga, así que estoy un poco perdido.
En cualquier caso, el primer tomo –de tres– abarca cinco historias en las que nuestras dos sexi-heroínas se dedican a cumplir misiones, matando a facinerosos, capos yakuza y cosas así. Los métodos que usan son bastante chocantes, de hecho. En una misión, Mayo seduce al facineroso de turno después de pasar una especie de cásting en el que competía con varias otras mujeres y de ser cacheada “a conciencia” (con todo lo que las comillas implican) y atada en plan bondage; luego se carga al tío cogiéndole con las piernas y asfixiándole con el potorrillo. En otra historia, Mayo se hace pasar por stripper y, cuando tiene al yakuza encandilado con su baile erótico, después de habérselo enseñado todo-todito, saca la pistola dispuesta a matarle. Pero tiene tan mala suerte que, como ya la habían calado debido a un chivatazo, la capturan y la encierran en una sala para violarla de todas las maneras posibles. Emu, la modosita del dúo sexi-letal, acude al rescate, pero también la atrapan y la violan. Al final, entre las dos logran escapar y cumplir su misión, cómo no, acabando con los enemigos en pelota picada.
En fin, el manga no es precisamente un alegato al feminismo, como podéis ver. De hecho, destila un tufo setentero machista japonés bastante fuerte. Sin embargo, el dibujo de Ishii es de lo más detallado y bonito que he visto, y dibuja a las mujeres con una fuerza tremenda. Es un poco como el estilo de Ryôichi Ikegami, realista y lleno de detalle, con preciosas mujeres, pero los personajes que dibuja Ishii son más flexibles y menos estáticos que los de Ikegami. Como podéis comprobar en este blog, el manga en general me gusta mucho y, aunque también disfruto del cine, las películas japonesas de bajo presupuesto –y en especial el pinku eiga— no son generalmente de mi agrado. Así, no os sorprenderá si os digo que lamento profundamente que el manga haya perdido a un autor tan fantástico como Takashi Ishii, con todo el respeto a todos los cinéfilos a los que os guste su obra cinematográfica.
Ésta y la que viene son unas semanas un poco complicadas para mí, con muchos compromisos (¡me ha tocado hacer de vocal en una mesa electoral, buaaaah, todo el domingo a la porra!), un montón de trabajo, y un viaje en ciernes, así que probablemente tendré que bajar el ritmo de actualizaciones durante unos días. Pero como compensación, entre Ackman y un servidor hemos preparado una sorpresa para todos vosotros que presentaremos probablemente hacia finales de esta misma semana. ¡No os lo perdáis!

¡Atención, fans de Mitsuru Adachi!

Wednesday, February 20th, 2008
Esta vez me apetece compartir con vosotros una curiosidad realmente interesante. Muchos de vosotros conoceréis a Mitsuru Adachi, o al menos su obra. No en vano, una de sus obras más conocidas, Touch, llegó al España con el título de Bateadores en aquella época dorada para el anime que representaron los primeros años de las televisiones privadas.
Pues veréis, hace un año o dos, compré en Japón un ejemplar de la revista COM, la famosa revista de manga editada por Osamu Tezuka, para que formara parte de mi modesta colección. Concretamente, es el número 9 de 1967. Era una revista muy interesante, francamente, enfocada por un lado a fans del buen manga (huyendo de lo estrictamente comercial), y por el otro a estudiosos y futuros dibujantes y creadores, incluyendo secciones sobre teoría del manga, entrevistas a autores, la importancia de contar con buenos personajes, buenos guiones, etc. Actualmente, que yo sepa no hay ninguna revista así en todo Japón. Y es una lástima.
A lo que íbamos. Entre sus secciones, también había varios concursos o secciones donde las que jóvenes mangaka enviaban sus obras para que las valoraran expertos. ¡Y cuál fue mi sorpresa al encontrar, por pura casualidad, que un jovencísimo Mitsuru Adachi, de 16 años, había mandado su obra a la COM! ¡Y justo la que tengo yo! ¿Queréis saber cómo dibujaba Adachi a los 16 años? Pues aquí va:
Como podéis ver, ya a esa joven edad daba muchas pistas sobre cómo evolucionaría su dibujo hasta debutar cuatro años después, en 1970, y finalmente crear su primera obra famosa, Touch, en 1981. La historia que mandó quedó segunda en ese concurso en particular, constaba de 20 páginas y se titulaba Mushi to shônen (Los insectos y el chaval). Aquí, podemos ver cómo el jurado le dio 355 puntos, concretamente:

  • Guión
    • Tema: 70
    • Historia: 45
    • Manejo de las viñetas: 50
  • Dibujo
    • Personajes: 70
    • Composición de página: 50
    • Dibujo: 70
En los comentarios, el jurado comenta bastante minuciosamente la obra de Adachi y le comenta sus puntos débiles y fuertes. Aparte de que salga Adachi o no, qué gran sección, ¿verdad? Reputados críticos dando su opinión y orientando a jóvenes artistas, ¡qué grande era Tezuka…! Ojalá esta iniciativa hubiese tenido continuidad o alguna otra revista hubiese cogido el testigo tras la defunción de la COM, porque actualmente todas las revistas en Japón son estrictamente “de” manga, y no hay ni una sola que sea “sobre” manga.

Cutie Honey

Monday, February 18th, 2008
  • Título: キューティーハニー (Cutie Honey)
  • Autor: Gô Nagai
  • Editorial: Akita Shoten
  • Revista: Shônen Champion
  • Años publicación: 1973-74
  • Clasificación: shônen
  • Tomos: 2
Gô Nagai es un autor de esos típicos que o bien lo odias o bien lo amas, sin término medio. Es curioso porque, durante su carrera, se ha dedicado a realizar cuatro tipos de obra muy distintos entre sí, y en todos estos cuatro géneros ha conseguido el éxito rotundo. En Occidente, Nagai es famoso por ser el autor de Mazinger Z y, efectivamente, el género de robots gigantes es uno de los cuatro en los que se ha especializado, siendo la propia Mazinger y UFO Robo Grendizer sus obras cumbre en esta área. El terror y violencia extremas es la segunda de sus especialidades, con ejemplos como Devilman o Violence Jack. Su tercera especialidad sería el humor cafre y escatológico, con referencias sexuales a mansalva: en este ámbito, destacan por ejemplo Abashiri Ikka (La familia Abashiri) y Harenchi Gakuen (La escuela indecente). Finalmente, su cuarto género favorito es el erótico-festivo, con escándalos como Kekkô Kamen (en el que la protagonista reparte hostias “vestida” solamente con botas, una bufanda, guantes y una máscara -sí, habéis leído bien, para no llevar no lleva ni bragas ^_^-).
¡Tías y hostias!
La obra que comento en esta ocasión, Cutie Honey, es un poco atípica porque está un poco en medio de tres de los cuatro géneros maestros de Gô Nagai. Solamente le faltan los robots gigantes; en Cutie Honey caben dosis de humor, erotismo y terror (bueno, más bien de monstruitos y bichos raros). Más o menos, la historia va de que un tal doctor Kisaragi crea un androide en forma de chica a la que llama Honey. Este androide contiene un aparato revolucionario llamado “dispositivo de fijación de elementos del aire”, que básicamente sirve para tomar elementos presentes en el aire y combinarlos del modo que uno desee. Sin embargo, Honey Kisaragi no tiene ni idea de que es un androide, y su padre prefiere que sea así. Por eso, la manda a una escuela-residencia sólo para chicas (más bien bolleras y más quemadas que el cenicero de un bingo, si se me permite el añadido) situada en unas montañas remotas, lejos del bullicio de la ciudad. Luego descubrimos que hace esto porque una malvada organización súper cutre de gente disfrazada de panteras y jefecillos con aspecto ridiculísimo, llamada Panther Claw (Garra de pantera), anhela conseguir el cacharro de marras para sus propios fines (conseguir riquezas para conquistar el mundo y bla-bla-bla). Total, que en las primeras páginas del manga, los Panther Claw atacan el laboratorio del doctor Kisaragi. Honey, pese a escuchar su llamada de auxilio, llega tarde al rescate, encontrando moribundo a su padre, que expira en sus brazos. Poco después, debido a una grabación holográfica que dejó su padre para que fuera reproducida en caso de que muriera, la pava a más no poder Honey se entera de que es un androide y de que, si se toca el corazón que lleva en su collar y, a la vez, grita “Honey Flash!”, podrá activar el mecanismo y transformar su cuerpo en lo que ella desee, pudiendo usar las habilidades inherentes al traje o aspecto que tome.
Transformaciones en el anime


A partir de este momento, Honey se dedicará a esquivar las embestidas de los Panther Claw, metiéndose en toda clase de peleas rebosantes de acción, y transformándose, con el grito de “Honey Flash”, en motorista, luchadora, chica mona, reportera, azafata, etc. Por supuesto, siendo Gô Nagai el autor, hay numerosas escenas de “fan service”, en las que lo único que no le vemos a Honey (y a otras chicas buenorras que salen) es la entrepierna. Pero aparte de la entrepierna, el autor no se cansa de mostrar cacho, lo que tampoco resulta tan sorprendente si conoces mínimamente la obra de Nagai.
Al igual que ocurrió con Mazinger Z y Devilman, Cutie Honey fue una serie pensada para la televisión por Gô Nagai, en asociación con Tôei Animation. Así, el manga, dibujado por el propio Nagai, se serializó en la revista Shônen Champion durante la emisión de los 25 episodios de la serie animada. Su duración es solamente de dos tomos, y el segundo termina bastante abruptamente (supongo que la atención de Nagai se desviaría hacia otro de sus muchos proyectos de la época), sin embargo, como es habitual en las obras de este autor, existen varios refritos, como por ejemplo el de su “esclavo imitador” favorito Ken Ishikawa (con el mismo título y también serializado entre 1973 y 1974), y varias otras series realizadas por varios autores en los años 90. También destaca Cutie Honey Tennyo Densetsu, obra realizada por el Nagai entre 2001-03 que ya casi-casi raya en el porno, por lo absolutamente escandalosa que llega a ser. Es el no-va-más, realmente.
La serie de anime fue un éxito alucinante en su momento y, a pesar de que está muy edulcorada respecto de la versión manga que aquí comento, dio bastante de que hablar en su momento, por las numerosas escenas en las que Honey aparece en pelota picada. La canción de opening es todo un clásico de los karaokes, siendo pegajosa y cursi como pocas. De hecho, la de Cutie Honey es una de las canciones de anime más conocidas y famosas de todos los tiempos. Por experiencia os digo que cantar Cutie Honey y Gatchaman en un karaoke con los amigotes puede animar la fiesta que da gusto ^_^. También destaca la versión cinematográfica en imagen real, de 2004, dirigida por Hideaki Anno (el director de Evangelion), que tiene bastante guasa pero que, sorprendentemente, se deja ver y es bastante entretenida. Ésta es una serie legendaria en Japón, con montones de secuelas en varios medios (manga, anime, imagen real, videojuegos…) y su canción ha sido versionada infinidad de veces.

Opening y ending del anime clásico
Pasando a las valoraciones del manga en sí… A ver, es simpático y resulta hasta encantador por su estilo extremadamente kitsch y su argumento totalmente desfasado y pillado por los pelos, así como la cursilería intencionada de Honey (del estilo “iya yo, mitsumecha iya...” -nooo, ¡no me mireees así!- con vocecita de pava integral). Pero el estilo de dibujo de Gô Nagai… Buf, ¡a mí me resulta muy cargante, y a veces, sinceramente dibuja fatal, el tío! Y creo que no soy el único que piensa así. Este mangaka tuvo mucha suerte en acertar tantas veces con tantas obras distintas, es un verdadero visionario en lo que respecta a la cultura popular de los años 70 (lo que le merece mi más absoluto respeto) y eso le ha permitido seguir trabajando en este sentido incluso bien entrado el siglo XXI. Su estilo de dibujo setentero podría perdonarse en ese momento, puesto que es lo que se llevaba en la época, ¡pero es que actualmente sigue dibujando exactamente igual! ¡No ha evolucionado ni un ápice! Pero bueno, supongo que se le puede perdonar y,cuando ya has leído varias de sus obras, acaba resultando incluso simpático.
Una última curiosidad: fijaos en la portada del tomo 1 que he puesto al principio del post. ¿No veis algo raro? Efectivamente, pone “Chônen Champion Comics” cuando debería poner “Shônen Champion Comics”. Ésta es una errata bastante legendaria que sólo aparece en las primeras ediciones del manga (la mía es de 1976), ya que lógicamente fue corregida con posterioridad, y demuestra que los japoneses solamente leen las letras japonesas, siendo las letras romanas muchas veces un mero adorno para ellos, un recurso de diseño más. Ahora, las ediciones con la errata están bastante buscadas entre el público coleccionista, cómo no.

Wild 7

Friday, January 18th, 2008
  • Título: Wild 7
  • Autor: Mikiya Mochizuki
  • Editorial: Shônen Gahôsha
  • Revista: Shônen King
  • Años publicación: 1969-1979
  • Clasificación: Shônen
  • Tomos: 48

Ésta, directamente, era una serie que me tenía mosqueado. Como ya he dicho en alguna ocasión, una de mis aficiones es visitar tiendas de manga de segunda mano en Japón, y salir de ellas con algunos tomos de manga, sobre todo de los años 60, 70 y 80. He tenido la gran suerte de vivir unos años en el país del Sol Naciente, y por lo tanto de entrar en este tipo de tiendas una vez cada semana o cada quince días. Pues bien, os podéis imaginar que el proceso consiste básicamente en tomárselo con filosofía: entrar tranquilamente a la tienda e ir curioseando entre las estanterías, que no necesariamente están ordenadas por autor, editorial, género… Bueno, depende de la tienda más o menos sí están ordenadas, pero este orden muchas veces deja mucho que desear, sobre todo en las tiendas que más “molan”, las pequeñitas perdidas en alguna calle trasera regentadas por viejecitos, de donde puedes sacar verdaderas rarezas entre los libros polvorientos. Los que conozcáis el aspecto que tienen los tomos japoneses en las estanterías sabréis que normalmente los diseñadores no usan demasiados colores estridentes en los lomos (al menos en los manga más antiguos, y si exceptuamos los rosas de los shôjo).
Pues bien, siempre había una serie de manga, con muchísimos tomos (48, casi nada) y encima con lomo de amarillo chillón, que impepinablemente me encontraba en las estanterías. Una tal Wild 7, que, oye, debía de haber tenido mucho éxito en su momento, ¡porque esos lomos amarillos chillones son verdaderos invasores de las tiendas de segunda mano de manga! Efectivamente, más tarde, cuando ya empecé a saber un poco más de manga, supe más sobre sobre esta Wild 7, una serie que tuvo mucho éxito en los años 70, aunque quedó eclipsada detrás de los manga de deporte tipo Ashita no Joe o Kyojin no Hoshi, las grandes obras setenteras de Tezuka (Black Jack, Hi no tori, Mitsume ga tooru…), el space opera de Leiji Matsumoto o los excesos del amigo Gô Nagai, con Harenchi Gakuen, Mazinger Z y Cutie Honey en cabeza.
Total, que un día me decidí a comprar los dos primeros tomos del famoso Wild 7, harto ya de ver esos lomos chillones en las tiendas de segunda mano. Y, sinceramente, quedé gratamente sorprendido. Se trata de una historia muy bestia, muy fascitoide, pero que tiene un ritmo trepidante y una agilidad de dibujo que ya querrían para sí muchos de los dibujantes actuales que tienen muchos más recursos que los que tenía su autor en los años 70.
Acción a raudales

La historia va tal que así: la ley japonesa se revela poco menos que inútil contra cierta clase de criminales de gran envergadura, que utilizan varios recursos (buenos abogados, influencias en la policía, algún que otro soborno a los jueces…) para salir prácticamente impunes de cualquier arresto o acusación que puedan sufrir. Total, que a un lumbreras de la policía se le ocurre reclutar a gamberros y fueras de la ley para crear un cuerpo de siete policías motorizados con “licencia para matar”. Básicamente, están por encima de la ley y pueden cargarse a cualquiera así, por las buenas. Así, estos siete individuos, que son todos unos bestias de agárrate y no te menees, montan cada pifostio que es para verlo (y si hay que disparar misiles, pues se disparan, oye, ya ves).
El prota es el típico jovenzuelo guaperas de los años setenta, un chaval llamado Dairoku Hiba que además va de malillo en plan James Dean (vamos, es que es una fotocopia del Dean, para qué esconderlo). El resto del grupo de los “siete salvajes”, pues más o menos clavado a los del grupo de Cyborg 009, básicamente todos feíllos menos el prota (excepto que en Wild 7 no hay fémina en el grupo, curiosamente). Ya veis que Mochizuki no fue muy original en lo referente a diseño de personajes ni en su composición básica en plan “grupo”. De hecho probablemente se copió descaradamente de lo que había funcionado, que era Cyborg 009.
Sin embargo, no me negaréis que el planteamiento de la historia tiene su miga, porque no está en absoluto exento de polémica. ¿Hasta qué punto unos tíos tienen potestad de ir a cargarse a cualquiera que ellos consideren un “criminal atroz”? En cualquier caso, ésta es una de las maravillas de las obras antiguas, que no se planteaban casi para nada el tema ético ni tenían miedo de que viniese quien fuera a meterles un pleito (ahora a veces nos pasamos de “corrección política” en todo lo que hacemos, imponiéndonos una autocensura brutal para no ofender a nadie, ¿no os parece? -y yo me incluyo, ojo-) Pues bien, Mochizuki no se corta y, por encima de esta premisa del grupo policial brutal y con potestad para hacer lo que le dé la gana, construye un manga lleno de acción trepidante, muy bien dibujado y que ciertamente hace que el lector se quede embobado pasando página tras página sin parar. Además, el formato es muy interesante, ya que presenta historias autoconclusivas que normalmente abarcan ciclos de dos tomos, unas 400 páginas, ni muy largos (cansarían), ni muy cortos (darían ganas de más). Así, en los 48 tomos de los que consta la primera serie, tenemos 21 historias completas. Aparte de estos 48 tomos, hay varios spin-off que sumarían un total de 19 más (o sea, que hay 67 en total, ¡fiu!) y, cómo no, una serie de imagen real setentera, unos OVA y un anime bastante reciente (de 2002), de 13 episodios.
En definitiva, una serie interesante para los amantes del manga clásico shônen de aventuras pero que, debido a su larga extensión, es ciertamente complicado que la veamos en Occidente, al menos a corto o medio plazo.

Munô no hito (El hombre sin talento)

Wednesday, January 9th, 2008
  • Título: 無能の人 -Munô no hito- (El hombre sin talento)
  • Autor: Yoshiharu Tsuge
  • Editorial: Nihon Bungei-sha
  • Revista: Comic Boku
  • Clasificación: Seinen, alternativo, slice-of-life
  • Tomos: 1
Toca hablar de una obra de uno de los autores más curiosos del panorama del manga: Yoshiharu Tsuge. Un autor curioso, extremadamente modesto, encumbrado por los críticos más enterados y prestigiosos pero que, él mismo, no se considera más que un autor del montón, más bien mediocre. Si quieres ser un “gafapasta” del manga, en tu biblioteca no pueden faltar las obras de Tsuge. La lástima es que este hombre es tan modesto que, según tengo entendido, no considera sus obras suficientemente buenas como para que se publiquen en el extranjero y él mismo impide su contratación. Los únicos ejemplos en lengua no japonesa de las obras de Tsuge son su obra corta más célebre, Neji-shiki (Tipo grifo) – en inglés en el número 250 del Comics Journal– y esta misma obra que comento en esta entrada, publicada en Francia en el año 2004 por la editorial Ergo comme X con el título de L’homme sans talent. Habría que preguntarle a Frédéric Boilet cómo demonios convenció a Tsuge para que le dejara negociar y traducir su obra (fallo mío, se me olvidó preguntárselo cuando vino al Salón del Manga el pasado noviembre, tsk!). También fueron traducidas al inglés un par de sus historias cortas, en la revista RAW, en los años 80, pero probablemente son del todo inencontrables actualmente: se trata de Akai Hana (Flores rojas) y Ôba denki mekki kôgyôsho (Taller de galvanoplastia Ôba).
Aunque seas un lector más bien pasivo, como yo (que leo las obras y simplemente las disfruto, sin pararme a pensar mucho en ellas ni tampoco intentar analizarlas a fondo -mi mente es demasiado práctica-), seguro que leer a Tsuge no te deja indiferente. Para mí, éste es su mayor fuerte, porque Tsuge sabe transmitir la melancolía, la tristeza y la soledad, entre otros muchos sentimientos, como nadie. La gran mayoría de su obra consiste en historias cortas de 20 o 30 páginas, muchas de ellas francamente raras y surrealistas… Al terminar de leerlas, uno se queda bastante estupefacto, en plan “¿de qué coño iba esto?” pero, como he comentado antes, siempre se queda un “algo” dentro y uno se sorprende, horas o incluso días después de haberlas leído, pensando en ellas y analizando esa sensación rara, ese regusto, que su lectura ha dejado como poso en la mente. No sé muy bien cómo describirlo, así que lo mejor es que, si esta reseña os llama la atención, intentéis conseguir ese L’homme sans talent francés y ya me diréis qué tal.

Tsuge empezó como ayudante del grandioso Shigeru Mizuki y, tras pasar por una etapa como dibujante a sueldo para la industria del kashihon’ya (librerías de alquiler) haciendo historias de samuráis y tal, luego se apunto al carro de la revista Garo, la que revolucionó el manga en los 60 y lo acercó al público adulto. Fue entonces cuando empezó a mostrar su faceta más intimista, ésta que le ha hecho famoso entre los críticos nipones. Ojo, sólo entre los críticos y los muy entendidos en manga, ya que si le preguntas al japonés medio si le gusta Yoshiharu Tsuge probablemente te dirá “¿lo cuálo?”

Tengo piedraaaas, buenas, bonitas y baratiiiitas

En fin, vaya parrafada, y todavía no he dicho de qué va esta historia. Pues trata sobre un hombre, un perdedor total, que antes se dedicaba a dibujar manga y todos los críticos encumbraban sus historias como “obras de arte”, aunque él no piensa así y piensa que lo que importa es poder ganarse el pan para comer (antes me he dejado en el tintero que Tsuge suele meter bastante chicha autobiográfica en sus historias, especialmente relacionada con su afición a viajar en plan mochilero por el “Japón profundo”). Total, que el hombre es un fracasado total, se queda sin trabajo y, en vez de ir a las editoriales a ver si le encargan algo (como le sugiere su mujer), el tío se dedica a intentar pensar negocietes raros.
Después de varios intentos, descubre un libro sobre piedras ornamentales (algunas de las cuales se pagan muy caras) y decide dedicarse a buscar piedras curiosas o que evoquen paisajes, animales o lo que sea… Lo que pasa es que, como no tiene dinero para ir a sitios donde pueda encontrar buen material, lo hace en el río de cerca de su casa, el que hace de frontera entre Tokio y Kawasaki, y monta el tenderete de venta en la misma orilla del río. Pese a lo que le dice su mujer y varios conocidos de que cómo va a venderle a alguien pedruscos que cualquiera puede recoger ahí mismo del suelo, él sigue en sus trece… Y obviamente, se queda sin vender nada de nada. Mientras tanto, su mujer tiene que deslomarse repartiendo propaganda y el desgraciado de su hijo se asfixia por el asma galopante que padece.

Esto que acabo de comentar abarca tal vez las primeras 50 páginas del tomo. Luego, Tsuge nos presenta otras historias con los mismos protagonistas, unas historias igual de tristes y melancólicas. Incluso en un momento dado nos presenta las anteriores “empresas” del prota y su familia, como el negociete de comprar cámaras de segunda mano, repararlas y revenderlas, entre otras cosas. Cabe comentar que esta historia, de 1985, es una de las últimas obras de manga de Tsuge. Aunque en los últimos años se ha dedicado a escribir ensayos y a intervenir en las películas basadas en sus obras que se han hecho en Japón (curiosamente, hay varias, y son raras-raras-raras, mirad a ver si podéis conseguir la de Neji-shiki porque tiene guasa lo bizarrona que llega a ser ^_^), el hombre confiesa no tener ninguna gana de dibujar más manga. Y es una lástima…