- Título: 金魚屋古書店出納帳 -Kingyo-ya koshoten suitôchô- (El libro de cuentas de la librería de viejo Kingyo-ya) / 金魚屋古書店 -Kingyo-ya koshoten- (La librería de viejo Kingyo-ya)
- Autor: Seimu Yoshizaki
- Editorial: Shônen Gahôsha / Shôgakukan
- Revista: Young King Ours Zôkan Our Girls / Young King Ours Zôkan Ours + / Ikki
- Años publicación: 2000-2002 / 2004-?
- Clasificación: Seinen
- Tomos: 2 (completa) + 6 (en curso)
Ya he comentado alguna vez lo de mi afición por recorrer librerías de viejo japonesas, principalmente las que están especializadas en manga. También sé que hay pocos japoneses que tengan esta misma afición; es decir, existir existen, pero las dimensiones y extensión en páginas y tomos de los manga son inversamente proporcionales al espacio que el japonés medio tiene disponible para almacenarlos. Es decir, que muchísimos japoneses consumen manga pero no lo coleccionan porque simplemente no tienen espacio para guardarlo. Lo que hacen es principalmente venderlo a grandes cadenas de tiendas de manga de segunda mano (tipo Book-Off o Furuhon Ichiba), que acaban funcionando como una especie de bibliotecas de pago (empieza uno comprando un manga nuevo, lo vende a la librería, viene otro que lo compra, luego lo vuelve a vender, etc.) Aparte, están las librerías de segunda mano más pequeñitas, que acaban haciendo la misma función, pero a una escala mucho más modesta. Por último, existen unas pocas librerías de viejo especializadas en manga antiguo de verdad, que son las que tienen esas joyas que a mí me fascinan.
Por la cantidad tan reducida de librerías de manga de coleccionista que hay, así como la cara de pasmo en plan “joder, no pensaba que fueras tan friki” que me ponen los japoneses a los que les digo que colecciono este tipo de obras, deduzco que hay poquísima gente con mi misma afición. Pues bien, como reza el tópico del “existe un manga para cualquiera”, ahora puedo decir que, pese a que puede resultar increíble, existe un manga para mí: se trata de este Kingyo-ya koshoten suitôchô. Ojo, porque no tiene pérdida: la tienda Kingyo-ya (tienda del pez de colores) es una librería de viejo situada en una zona residencial, lejos del bullicio, y está especializada en manga antiguo, en verdaderas joyas de coleccionista. Tiene un stock increíble, con una especie de mazmorra interminable repleta de manga hasta donde alcanza la vista (esto es muy ci-fi, pero se lo perdonaré, hala).

Alrededor de la Kingyo-ya pulula una serie de personajes, ya que la historia se estructura en historias autoconclusivas cada una diferente, de gente que busca un manga en concreto por un motivo en concreto. Por ejemplo, una de ellas habla sobre un chico que empieza a leer Touch porque su vecino, al mudarse, le regala una bolsa con 25 tomos de esta serie. El chico se lleva el primer tomo al instituto y, justamente, a la chica que le gusta le llama la atención que esté leyendo Touch y le pide que le vaya prestando un tomo al día. Lo que pasa es que Touch tiene 26 tomos en su versión original, su vecino sólo le ha dado hasta el 25, y en las librerías de libros nuevos ya no tienen esa edición (tienen la de bolsillo o la wide-ban). Al cabo de 25 días, el chico se entera de que la chica tiene que irse a otra ciudad (toma dramón). Finalmente, consigue ese tomo 26 y último en la librería Kingyo-ya y se lo da en el último momento, cuando ella ya está dentro del tren y él tiene que correr por el andén para dárselo a través de la ventana (topicazo, sí, ya lo sé, pero funciona, snifff ^_^).
Otra historia: un chico y una chica que se dedican a ganarse unas perras con el “sedori”, el arte de comprar a precios irrisorios ciertas obras en tiendas de segunda mano no especializadas y revenderlas a otras tiendas especializadas, como la Kingyo-ya, a un precio mayor (no tenía ni idea de que existiera gente que se dedicara a eso). El chico y la chica acaban enfrentándose en una especie de “a ver quién puede más”; son el terror de las librerías de viejo.
Otra historia nos narra la relación de un hombre con su padre, coleccionista de todos los tomos de Golgo 13 en su primerísima edición. Se ve que Golgo 13 se edita primero en la revista Big Comic; al cabo de un año, se lanza un tomo llamado “Golgo 13 Series Bessatsu“, parecido a una revista; al cabo de otro año, ese material vuelve a editarse, en tamaño un poco más pequeño, en la colección “Big Comic Zôkan Golgo 13“; y, finalmente, al cabo de otro año, sale el tomo normal, que será el que se irá reeditando al largo de los años. Pues bien, el padre del personaje, con el que tiene una relación muy complicada, posee toda la colección de Bessatsu de Golgo 13 menos uno. El protagonista acaba descubriendo el porqué de esa falta en la colección: fue el tomo que salió a la venta cuando él nació y su padre no pudo ir a comprarla porque estuvo con él y su madre en el hospital, al complicarse el parto.
La gracia de este manga está en que, como veis, usa obras reales de manga como hilo conductor de las diferentes historias, lo que permite que aprendamos al mismo tiempo que disfrutamos de las varias historias. Además, el autor nos deleita con notas al margen explicando más datos sobre las obras de las que habla. Muchas veces, los manga que hacen de hilo conductor son bastante desconocidos, sobre todo en Occidente (pero me encanta, porque aprendo muchísimo y salen datos como cuál es el manga más antiguo -con viñetas y bocadillos- y cosas así*), pero otras veces se apoya en manga de sobras conocido como Touch, Ginga Tetsudô 999 o Golgo 13.
*Es Otogi Shô-chan no bôken, de Tôfûjin (1923-1926)
Descubrí este manga por casualidad, en una tienda de manga nuevo. Fue como si me llamara, porque aún no sé por qué -supongo que por la hilera larguísima de 9 kanji del título-, el lomo me llamó la atención. Al sacarlo de la estantería, vi la faja publicitaria que ponía algo así como “el manga para los frikis del manga”, lo ojeé y, al ver de qué iba, inmediatamente decidí comprarlo. De hecho, compré los dos tomos disponibles, lo que pasa es que hay otra colección que de momento lleva 6 tomos y todavía no la tengo…
Me explico: la serie tuvo un mal inicio, ya que empezó a publicarse en una revista de la editorial Shônen Gahôsha. La revista quebró y la serie pasó a otra revista… que también quebró. Así, Kingyo-ya se quedó en sólo dos tomos. Unos años más tarde, la editorial Shôgakukan decidió recuperar la idea y darle a su autor Seimu Yoshizaki la posibilidad de continuarla en la revista Ikki, especializada en manga alternativo. En la revista, el título de la serie fue abreviado (quedándose sólo en Kingyo-ya koshoten -La librería de viejo Kingyo-ya-, perdiendo la parte “Suitôchô”) y, a día de hoy, lleva seis tomos publicados y sigue en curso. Y ya que estaban, los de Shôgakukan decidieron republicar esos dos primeros tomos, que son los que yo acabé consiguiendo.
Ya cuento los días que faltan para mi próximo viaje a Japón para hacerme con los seis tomos de la nueva serie. ¡Es que es “mi” serie! Por cierto, ¿habéis encontrado vosotros “vuestra” serie?
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