El blog de Marc Bernabé

Tetsuwan Girl (La chica del brazo de acero)

  • Título: 鉄腕ガール –Tetsuwan Girl– (La chica del brazo de acero)
  • Autor: Tsutomu Takahashi
  • Editorial: Kōdansha
  • Revista: Morning
  • Años publicación: 2000-02
  • Clasificación: deportivo, histórico
  • Tomos: 9

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Hubo un tiempo en el que me encantaban las obras de Tsutomu Takahashi, justo cuando el director de cine Ryūhei Kitamura, que también me gustaba mucho en su momento por su estilo “cool” y “slick”, adaptó para la gran pantalla dos películas basadas en mangas de este autor: Alive y Sky High.

Sky High, en particular, me pareció una gran obra. Los mangas de Takahashi me llamaban la atención por su dibujo, que me parecía muy atractivo a la vista, pero también por su argumento, bastante rápido, trepidante y bien llevado. Nunca he leído nada de su primera obra Jiraishin, muy famosa en Japón, aunque sí la he ojeado un poco y puedo decir que el estilo de dibujo de Takahashi dio un salto bestial entre el principio de esta obra (muy típico “manga”, con bastante poca personalidad) y su final (donde ya encontró el estilo que le define actualmente).

De Tsutomu Takahashi leí también, en su momento, la obra Blue Heaven, y empecé con Bakuon Rettō (El archipiélago del estruendo), aunque ya en esta última fue cuando me desencanté un poco, ya que no consiguió engancharme y el estilo de dibujo (sobre todo la manía de dibujar los ojos de ciertos personajes como si estuvieran fuera de sus órbitas, que empezó a cultivar sobre esta época) empezó a echarme un poco para atrás.

La siguiente obra que seguí suya, aunque esta ya por motivos profesionales, fue Sidooh, que personalmente no llegó a fascinarme. Sí me gustaba el marco histórico en el que estaba ambientada, y los personajes históricos que de vez en cuando aparecían en ella, pero si hubiese tenido que seguirla por hobby no habría pasado de los 3 o 4 primeros tomos. De hecho, a pesar de haber quedado descatalogada recientemente por culpa del “shueishazo”, no me he decidido a leer los 4 tomos que quedan para finalizar (se tradujo hasta el 21 de un total de 25) a pesar de que tengo acceso al original japonés y de hecho tengo los tomos en mi casa. Después de Sidooh, no me ha llamado la atención su nueva obra, Hito Hitori Futari, aunque no descarto probar con ella algún día.

¡Chicas y béisbol!

¡Chicas y béisbol!

Tetsuwan Girl, la historia que reseño en esta ocasión, es una de las de la primera época de este autor, y recuerdo perfectamente que compré de segunda mano los 3 primeros tomos porque me encantó el detalle de la sobrecubierta “recortada”. A veces me pasa que compro un manga no tanto porque me llame la atención el contenido, sino porque tiene una edición más o menos llamativa u original. Y lo cierto es que este manga me pareció peculiar pero me gustó bastante y hace poco he tenido la oportunidad de releerlo.

Estamos a finales de los años 40, la derrotada nación japonesa sigue ocupada por el ejército americano y las tropas yanquis frecuentan lugares de alterne con chicas. La atractiva, arisca y atrevida Tome Kanō es una de estas chicas. Un buen día, llega un hombre al local en el que trabaja y les propone un “trabajo” muy lucrativo: solo hace falta que se presenten tal día a tal hora en tal sitio para que les paguen un buen pellizco. Y, por supuesto, ellas se apuntan.

El sitio al que acaban yendo resulta ser un campo de béisbol. Allí, les dan uniformes y les dicen que tendrán que disputar un partido de exhibición contra otro equipo porque están pensando crear una liga profesional de béisbol femenino. Las “Candys” (sic.), así se llaman, caen contra las “Strikes”, pero Tome se revela como una prometedora pítcher. Aunque ese debía ser su primer y único partido con las Candys, Tome le cae en gracia a una promotora, que posteriormente la contrata para el equipo, uno de los que formarán parte de la primera liga de béisbol femenino profesional de Japón.

Como podéis ver, es una historia deportiva con tintes históricos, ya que la ambientación es muy “años 50 japoneses”. Aunque ciertamente resulta difícil de creer porque las circunstancias de la mujer en los años 50 era complicada en Japón y me parece impensable que ellas jugaran al béisbol (y menos profesionalmente), la historia se sostiene bastante gracias al dinámico ritmo que impone Takahashi, y a su estilo de dibujo, que, personalmente, me atrae mucho.

Lo mejor

  • El trepidante ritmo.
  • El dibujo.
  • El argumento es bastante adictivo.

Lo peor

  • La premisa en la que se basa me resulta poco creíble.

Kingdom

  • Título: キングダム –Kingdom–
  • Autor: Yasuhisa Hara
  • Editorial: Shūeisha
  • Revista: Young Jump
  • Años publicación: 2006-?
  • Clasificación: aventuras, histórico, bélico
  • Tomos: 30 (en curso)

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De vez en cuando se pone un manga u otro de moda, y Kingdom es uno de los que más en boga están últimamente. Serializado desde 2006, no fue hasta el año pasado más o menos, cuando ya contaba en su haber más de una veintena de tomos y seis años de andadura, cuando empecé a escuchar referencias sobre él.

Tal vez sea por la adaptación animada que va actualmente por la segunda temporada, posiblemente sí, pero repentinamente un manga sobre el que nada sabía y que ya era relativamente veterano empezó a estar en boca de todos e incluso fue galardonado con el gran premio del Premio Cultural Osamu Tezuka de 2013, uno de los galardones para manga más prestigiosos y con más historia que existen. ¿Por qué este súbito interés en una serie que ya tiene tanto recorrido?

Evidentemente, lo que hice fue hacerme con un tomo y empezar a leerla… Y la verdad, empezando por lo que sería la conclusión, a mí personalmente no me ha enganchado lo más mínimo. Es posible que la historia mejore mucho a lo largo de los tomos, una vez te haces con ella, y que al principio sea tan solo “una más” y luego se vuelva una pasada, pero francamente con tanto por leer “ahí fuera”, prefiero invertir mi tiempo en leer y conocer otras historias antes que apostar por esta, por muy interesante (potencialmente) que se vuelva en tomos sucesivos. Si tengo que llegar al tomo 20 de un manga para que realmente me enganche, es que para empezar este manga no estaba tan bien, digo yo…

La historia de Kingdom está ambientada en la China antigua, un período de guerras y rebeliones que gusta mucho en todo el Oriente lejano, desde por supuesto China hasta Japón, pasando por Corea, Taiwán, etc. Hay numerosas obras de literatura, cine y televisión ambientadas en estos períodos, algunas de ellas obras maestras, creadas tanto en China como en Corea como en Japón. En el manga japonés también hay muchísimas. Eso sí, casi ninguna ha llegado a Occidente, aunque por ejemplo Fushigi Yūgi sería una historia bastante inspirada en esta época. Otras a destacar serían sobre todo la icónica y larguísima Sangoku-shi (Historia de los tres reinos) de Mitsuteru Yokoyama –uno de los mayores maestros del manga en general– o, reseñada en este blog, Saiyū Yōenden de Daijirō Morohoshi.

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¡No te mueraaaas!

No tengo mucho que contar sobre Kingdom más que es la historia de dos chicos que se han criado como hermanos, huérfanos de guerra, que viven en una de estas épocas convulsas de la historia china. En un momento dado, viene un emisario a por uno de ellos, llamado Hyō (Piao en chino) porque (lo sabemos un poco más tarde) se parece como dos gotas de agua al emperador y le quieren utilizar como doble por si alguna vez ocurriera algo. El otro chico, Shin / Xin (el protagonista de la historia) sigue con su vida de pobretón… Hasta que un día regresa Piao cubierto de sangre y moribundo, y muere en sus brazos.

Pronto sabremos que efectivamente ha habido un golpe de estado y que el verdadero rey no está muerto de milagro (porque han matado a su doble). Pronto aparece este rey destronado ante Piao, y juntos tendrán que luchar para recuperar el trono usurpado (o algo así, porque hasta aquí he leído).

Con tanto nombre chino, la verdad es que la lectura se me ha hecho farragosa y aburrida, y me perdía a menudo. Los occidentales no estamos acostumbrados a las historias de guerra ambientadas en la antigua China, desconocemos las jerarquías, la cultura, el contexto en definitiva, mientras que los japoneses, al menos aquellos a los que va dirigido este manga, probablemente han “mamado” de esto durante años y les resulta relativamente cómodo situarse. Al igual que me pasó con Saiyū Yōenden, me aburrí leyendo. Igual es algo mío, que no me gustan estas ambientaciones, o tal vez es algo general de todos los occidentales, no lo sé.

Esto por cierto me recuerda a mis primeras incursiones con mangas de samuráis: al principio no me gustaban, me perdía, pero a medida que fui cogiendo rodaje (sobre todo al tener que traducir ciertas obras, que me obligaron a documentarme y aprender) empecé a cogerle el gustillo y ahora disfruto de un buen manga de samuráis como el que más. Tal vez debería sufrir un proceso de adaptación similar para disfrutar las obras ambientadas en la antigua China, pero… Como he dicho antes, habiendo tanto por leer y disfrutar, no me voy a flagelar porque sí.

Lo mejor

  • El dibujo no está mal.

Lo peor

  • Historia enrevesadilla.
  • Mucho nombre chino. Cuesta retenerlos y saber quién es quién cuando la persona de la que hablan no está presente.
  • Inicio lento, no engancha.

Jisatsu Circle (Suicide Circle)

  • Título: 自殺サークル –Jisatsu Circle– (Suicide Circle)
  • Autor: Usamaru Furuya
  • Editorial: One-Two Magazine-sha
  • Revista:
  • Años publicación: 2002
  • Clasificación: misterio
  • Tomos: 1

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Hacía tiempo que no reseñaba ninguna obra de Usamaru Furuya. Creo que ya no me quedan muchas por leer y reseñar, así que iré poniendo alguna de vez en cuando para que no decaiga la cosa hasta que haya terminado con todas ellas. XD

Esta es quizás una de las más famosas de este autor, a pesar de que se podría considerar “menor” principalmente por dos motivos: por ser una obra bastante temprana en su trayectoria (y con un estilo de dibujo bastante alejado de lo que es realmente capaz de hacer) y por ser una adaptación al cómic de una obra ajena, con todas las limitaciones que ello supone.

Efectivamente, este manga está basado en la famosa película Jisatsu Circle (Suicide Circle) de Sion Sono, del año 2002, una polémica cinta con una macabra temática: el suicidio ritual y en grupo de jóvenes chicas. Yo no visto la película, pero causó bastante impacto cuando se estrenó, sobre todo cuando se presentó en distintos festivales y certámenes en Occidente, y es que además coincidió en el tiempo con una serie de casos de suicidios pactados en Japón que llegaron a ser verdaderamente preocupantes.

Por lo que leo por allí, Sion Sono dio permiso a Furuya para adaptar la película al manga a su gusto, y al parecer Furuya hizo un gran trabajo, cambiando algunas partes y haciendo la historia más comprensible y bien atada que en la película. No lo sé porque no puedo juzgar al no haber visto la película, pero si esta última sigue la tónica de su trailer, entiendo que puede ser una de esas cintas complicadillas de entender.

El caso es que el manga es bastante claro en su hilo argumental: todo empieza con la famosa e impactante escena en la que 54 chicas, totalmente alegres, se tiran simultáneamente a las vías del metro para quitarse la vida. Solo una de ellas, Saya Kōta, sobrevive.

Saya es una chica torturada, propensa a practicarse cortes por todo el cuerpo, y su amiga Kyōko se preocupa mucho por ella e investiga qué es lo que ha habido detrás del caso de suicidio colectivo. Poco a poco, descubre que la cabecilla de ese grupo, llamado informalmente “club del suicidio”, era una inquietante chica llamada Mitsuko…

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¡Pasajeras al tren!

Lo mejor

  • Inquietante historia de misterio. Hasta cierto punto, en ambientación y temática, me recuerda un poco a MPD Psycho.
  • Un solo tomo que deja muy buen sabor de boca.

Lo peor

  • Que no sea una historia original de Furuya merma sus posibilidades gráficas y argumentales.
  • El dibujo es bastante primitivo y simple en comparación con lo que Furuya es capaz de hacer.

Bōken Dankichi (Dankichi el aventurero)

  • Título: 冒険ダン吉 –Bōken Dankichi– (Dankichi el aventurero)
  • Autor: Keizō Shimada
  • Editorial: Dainihon Yūbenkai Kōdansha (actual Kōdansha)
  • Revista: Shōnen Club
  • Años publicación: 1933-39
  • Clasificación: aventuras
  • Tomos: 3

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Bōken Dankichi es, solo después de Norakuro, el gran referente del manga de preguerra, una influencia enorme en miles y miles de niños que más tarde decidirían seguir el camino del manga y contribuirían a hacer del cómic japonés la colosal industria que es hoy en día. Aunque siempre aparece en los libros de historia de manga, lo cierto es que Bōken Dankichi no es un cómic, sino una especie de “auca” (lo siento, según la Wikipedia las “auques”, tan típicas de Catalunya, se llaman “aleluyas” en castellano, pero se me hace rarísimo llamarlo así), que en japonés es conocida como e-monogatari (historia ilustrada), uno de cuyos grandes maestros fue Shigeru Komatsuzaki, y el otro Sōji Yamakawa, autor de Shōnen Keniya .

En el caso de esta historia, tenemos grandes ilustraciones con la explicación de lo que está ocurriendo al pie, aunque con la peculiaridad de que en las ilustraciones, a veces, se incluyen bocadillos de texto. Esta última particularidad hace que Bōken Dankichi se considere una obra a caballo entre el manga y el e-monogatari (modalidad de contar historias que tuvo su máximo esplendor en los años 40 y 50).

Bōken Dankichi cuenta la historia de un chaval llamado Dankichi que sube a su barca para salir a pescar junto a su “Milú” particular, un espabilado ratón parlante llamado Karikō. Dankichi se duerme en la barca, que empieza a ir a la deriva hasta llegar a una isla. Al desembarcar, Dankichi y Karikō vivirán numerosas aventuras: serán perseguidos por fieros animales como leones o elefantes y acabarán siendo coronados reyes de una tribu de “negros salvajes”, a los que ayudarán y “civilizarán”.

Como podemos ver, estamos ante una historia con bastantes paralelismos con Tintín en el Congo (dudo mucho, por cierto, que Shimada se inspirara en Hergé más que nada porque las obras son casi contemporáneas: Tintín en el Congo, versión revista en b/n, es de 1930-31 (primera versión japonesa en 1968) y Dankichi empezó en 1933): el superior hombre blanco (en este caso un chico japonés) ayuda a los ignorantes negritos a organizarse la vida, y les enseña cómo funciona “la civilización”. Ellos, alegres y contentos, alucinan ante los conocimientos y consejos del “sabio”, le coronan rey, y poco a poco van evolucionando y “civilizándose”.

Como me estoy liando porque sois todos iguales, os pondré un número a cada uno.

Como me estoy liando porque sois todos iguales, os pondré un número a cada uno.

Es, obviamente, un retrato fiel de la época: Japón se encontraba en esos momentos inmerso en un proceso de expansión e invasión de otras culturas, desde Papúa Nueva-Guinea hasta la India, pasando por Vietnam, Filipinas, Malasia y Singapur, por no olvidarnos, claro está, de Corea y China. La idea japonesa era “luchar” contra el colonialismo occidental imponiendo un estilo de colonialismo “asiático”: no nos dejemos colonizar por el hombre blanco occidental, vamos a unirnos (aunque yo seré el líder lo queráis o no) y les echaremos de “nuestro” continente. En todo caso, los japoneses estaban convencidos de ser superiores y de querer ayudar a sus “hermanos asiáticos” diciéndoles qué y cómo tenían que hacer. Y Bōken Dankichi es un documento fantástico para conocer de primera mano estas ideas, que se transmitían (sin malicia, ya que no era una obra de propaganda, sino comercial pura y dura) a los niños.

A día de hoy, muchísimas imágenes de esta obra pueden llegar a herir sensibilidades al igual que Tintín en el Congo, empezando por el modo de dibujar a los “negritos” (totalmente salvajes, todos iguales, bocas enormes, etc.) y acabando por la actitud “superior” y “adoctrinadora” (repito: sin malicia) de Dankichi y Karikō, pasando por el uso de ciertos vocablos que hoy en día resultarían muy ofensivos, y otras escenas, como una que me llamó especialmente la atención: como Dankichi se lía con sus súbditos y no los distingue, les pinta un número a cada uno en la tripa y les llama “número 1”, “número 2”, etcétera…

Lo mejor

  • Una obra histórica, esencial para entender la evolución del manga desde la preguerra hasta la posguerra.
  • Poder echar un vistazo a la mentalidad japonesa de la época imperialista.

Lo peor

  • Igual debería poner esto en “lo mejor”, porque a mí personalmente me encanta, pero la obra está escrita con las convenciones del japonés escrito de preguerra, bastante diferente al de hoy en día: uso de kanji antiguos y usos diferentes del hiragana (ver la reseña de Norakuro para saber más sobre esto).
  • Hoy en día puede resultar bastante ofensiva, aunque hay que saber situarse en el contexto en el que fue dibujada y escrita.

Osamu Tezuka conoce a Walt Disney

El otro día me preguntaron por Twitter si Osamu Tezuka había llegado a conocer a Walt Disney, su gran ídolo e inspirador, alguna vez, y si había alguna foto del momento. La respuesta es sí, ambos coincidieron una sola vez solo dos años antes de que Disney falleciera, pero al parecer no hay fotos de ese encuentro o, si las hay, no se han hecho públicas (hay quien dice que sí existe al menos una y que está enmarcada en las oficinas de Tezuka Productions en Tokio, aunque no tengo manera de confirmarlo o desmentirlo).

En todo caso, me puse a buscar y encontré dos referencias, bueno, tres. 1) La narración del encuentro en la biografía oficial en formato manga del maestro (ver más abajo); 2) La descripción del encuentro en la autobiografía de Tezuka Boku wa mangaka (Yo soy dibujante de manga), aunque esta no la puedo verificar ahora porque no tengo el libro a mano y; 3) hoy mismo, buscando si tenía Boku wa mangaka o no, he encontrado el el libro 2 de la recopilación de ensayos de Tezuka (Tezuka Osamu Essay-shū, portada aquí debajo) un escrito sobre ese momento que me he decidido a traducir y a compartir con todos vosotros.

Disney fue la mayor referencia e influencia de Osamu Tezuka, que siempre había deseado, precisamente debido a películas de Disney como Bambi (afirma el propio Tezuka que la llegó a ver cientos de veces en el espacio de pocos meses), dedicarse a la animación. En el Japón de la posguerra, arrasado y sin industria del entretenimiento, era imposible hacer animación, por lo que Tezuka empezó a hacer lo único que podía hacer que se le parecía y se podía hacer por uno mismo con solo papel, tinta y una plumilla: cómics. De ahí a convertirse en el gran padre del manga hubo un paso.

Pero Tezuka nunca perdió sus ganas de hacer animación, y a finales de los años 50 tuvo sus primeras oportunidades colaborando con la recién fundada Toei Animation y, poco después, a principios de los años 60, fundó su propio estudio, Mushi Pro y creó la primera serie televisiva semanal de la historia de la animación japonesa: Tetsuwan Atom (Astroboy).

Todo esto se debe a la influencia que causó Disney en él, por lo que es fácil imaginar la devoción ciega que le profesaba. Vemos en este relato que Tezuka se presentó ante Disney no como el gran y respetado “dios del manga” que estaba en proceso de ser en Japón, sino casi como un niño ilusionado ante la oportunidad de conocer a su mayor ídolo.

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Disney en Nueva York
por Osamu Tezuka

Una vez conocí a Walt Disney en Nueva York. Mejor dicho, tal vez sería más apropiado decir que me topé con él.

El día de la inauguración de la Feria Mundial de Nueva York (N del T: 22 de abril de 1964) tuve, por casualidad, la oportunidad de cruzar unas palabras con él. El caso es que él había acudido en calidad de director conceptual de cuatro de los pabellones del certamen, mientras que yo estaba allí simplemente como artista enviado especialmente por un periódico y para curiosear. Así que, en circunstancias normales, nunca habría tenido la oportunidad de encontrarme con él.

En dicha Feria Mundial presentó, entre otras, una atracción panorámica basada en muñecos-robot especiales electrónicos.

Aquellos trucos robóticos, llamados Audio-Animatronics, estaban tremendamente elaborados, más de lo que podía parecer a simple vista. Por ejemplo. un muñeco de Lincoln hablaba como si fuera perfectamente humano, mientras que mil figuras que cantaban y bailaban hacían las delicias de los visitantes del pabellón de Pepsi Cola.

Cuando me acerqué al pabellón de Pepsi para desempeñar mi trabajo, me topé por pura casualidad con el propio Disney cortando la cinta inaugural.

Estaba saludando a una muchedumbre de unas 500 personas desde lo alto de una tarima. ¡Quedé impresionado al ver las atentas miradas de los ancianos, los jóvenes, los niños y hasta los bebés, que escuchaban con devoción cada una de sus palabras! ¡Cientos de ojos brillando con miradas de respeto, expectación y gratitud!

Todas aquellas personas de distintas generaciones riéndose, disfrutando, amando y, en definitiva viviendo con los personajes de Disney.

Si no recuerdo mal, en aquel momento Disney hizo una especie de broma del estilo de “mis queridos hijos están dispuestos a pasar toda la vida junto a todos vosotros, despreocupadamente y sin causaros nunca ninguna molestia. Al fin y al cabo, ellos no se hacen mayores…”

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“Tiene una especie de aura y todo.”

Antes de encontrarme con Disney, había escuchado varias críticas hacia él en varias partes de los Estados Unidos de boca de expertos.

Todos los animadores de Los Ángeles, sin ir más lejos, coincidían en decir que había caído en la comercialidad más absoluta. Según ellos, merecía su desprecio porque había dejado de ser un creador de películas de animación para pasar a ser un empresario al que todos trataban como un famoso.

Uno de ellos me dijo: “Piénsalo bien. Disneyland no lo ha desarrollado él con sus propios medios. El gobierno le proporcionó esas tierras y fueron empresas recomendadas quienes levantaron el parque por él. Es lo que recibe a cambio de haber hecho una película propagandística tras otra a las órdenes del Pentágono durante la guerra. El gobierno utilizó su fama, mientras que él, a su vez, utiliza al gobierno. Disney no es uno de nosotros.”

También en Japón hay quien critica de forma bastante dura a Disney en los últimos tiempos. De hecho, no son pocos los que dicen que las películas que hizo desde la guerra representan un claro retroceso y pecan de ser estereotipadas, lo que ha desencantado a muchos.

Sin embargo, yo quiero creer que, dejando a un lado el tema de las películas de animación, el propio Disney no estuvo nunca en declive ni cayó en estereotipos, sino que su postura a la hora de querer conseguir una animación lo más amplia posible se hizo, con los años, cada vez más firme y ambiciosa.

La palabra “animación” se suele asimilar con lo audiovisual, pero su base es el animismo, es decir, el modo de hacer que algo que no goza de vida parezca estar vivo.

Desde nuestra más tierna infancia hasta nuestra muerte, los humanos albergamos sueños. Todos hemos soñado alguna vez con ser capaces de volar o de transformarnos. También desearíamos poder conversar con las montañas, los ríos, las sillas, las mesas, las flores, los pájaros y los demás animales. Estoy seguro de que, ahora y en el pasado, en todas las partes del mundo, la gente ha pensado que sería maravilloso que todos estos seres pudieran actuar como las personas.

Estoy convencido de que Disney, en su esencia, persiguió siempre este sueño.

Pensamos por ejemplo que él hizo posible, en la gran pantalla, obras con fuerte carga ecológica como Bambi o documentales sobre la naturaleza en los que los animales actúan como si fueran humanos. Además, una vez completados, quiso dotarles de tridimensionalidad… No me cabe duda de que, como un paso más hacia una expresividad aún más verosímil, se decidió en su momento a crear todo tipo de seres artificiales para Disneyland y a explorar las posibilidades del Audio-Animatronics.

En todo caso, cuando me acerqué al pabellón de Pepsi Cola para hacer mi trabajo, me topé con el propio Disney a los pies de la tarima, una vez hubo terminado su discurso. Muy nervioso y sin saber muy bien qué hacer, me presenté.

– “Hola, soy el jefe de un estudio de animación japonés”, dije.

– “Vaya, bienvenido”, me respondió Disney sin demasiado entusiasmo.

– “Nosotros hemos hecho Astroboy (Tetsuwan Atom).

– “Oh, Astroboy.”

Por primera vez mostró algo de interés.

– “Lo conozco, lo vi en Los Ángeles. Es una obra excelente.”

– “Gracias, mi equipo se alegrará mucho. Por cierto, ¿podría decirme qué le parece?”

– “Es una historia científica francamente interesante”, me dijo Disney.

– “A partir de ahora, las miradas de los niños se dirigirán hacia el espacio. Estoy pensando en crear algo por el estilo. Si alguna vez tiene tiempo, acérquese a Burbank.”

Está claro que Disney estaba siempre atento al paso del tiempo y a la evolución de los gustos del público infantil.

Burbank es la ciudad en la que se encuentran los estudios Disney. Dentro de los desolados estudios solo hay unos pocos animadores-modelo para deleitar a los visitantes. A mí se me antojó como una especie de yacimiento arqueológico que Disney dejó atrás tal cual, un lugar en el que, en su momento, trabajó con pasión hasta que decidió dedicarse a otros menesteres.

El gran Walt Disney nos ha dejado y no creo que surja nadie capaz de seguir verdaderamente su legado. Al fin y al cabo, aunque podamos aprender las técnicas y la teoría, nadie podrá estar a la altura de sus inagotables sueños y su espíritu inconformista.

(Revista Bungei Shunjū, número de mayo de 1967)

Narración en manga del encuentro Tezuka-Disney (1)

Narración en manga del encuentro Tezuka-Disney (1)

Narración en manga del encuentro Tezuka-Disney (2)

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