Sobre la conveniencia o no de tener “título” de traducción para ser traductor
(Al menos en el campo del manga y anime)
Vaya por delante que esta es una visión muy personal, exclusivamente mía. Y también que yo soy licenciado en Traducción e Interpretación y por lo tanto sí tengo “el título”.
Es obvio que tener el título de traductor, tras haber cursado una licenciatura en Traducción e Interpretación, es un plus muy importante, muchas veces decisivo. Se supone que un licenciado en traducción e interpretación ha sido formado específicamente, tiene un dominio excelente de las técnicas de traducción, la teoría de la misma, conoce la importancia de documentarse y sabe cómo hacerlo, tiene ortografía y gramática impecables, etcétera.
Sin embargo, en la vida real, me he encontrado con varios casos que dan matices a esa afirmación: como codirector de la agencia de traducción e interpretación Daruma Serveis Lingüístics SL, he supervisado decenas de pruebas de traducción de traductores aspirantes a incorporarse a nuestro equipo.
A no ser que hayamos visto al candidato MUY verde, nunca hemos denegado una prueba de traducción a nadie por motivos de currículum; tanto da que acredite tener la licenciatura como no, porque al final lo que valoramos es el resultado de la prueba.
Por un lado, hemos encontrado a gente que tiene la licenciatura pero luego, en la prueba, no han estado a la altura por varios motivos. Presuponiendo una comprensión del original del 100% o al menos del 99% (que a veces es mucho presuponer, ojo… pero bueno, ese sería otro tema), me atrevería a decir que el más general de ellos es la falta de “consciencia de idioma”, por llamarlo de una forma. Una traducción tiene que fluir, ser natural y “sonar bien”. Nunca debe dar la sensación de ser un texto que va a trompicones, que los personajes no hablan de forma natural o adecuada al registro (dada su edad, entorno, circunstancias, emociones que suscitan ese diálogo en el momento…). Por no hablar de cuestiones como “higiene” a la hora de escribir los textos (mala puntuación, espacios donde no tocan, cuatro puntos en vez de tres, errores de tecleado, nombres propios escritos de varias maneras y cosas así) o, algo que siempre me ha dejado boquiabierto (¡estamos hablando de una prueba de traducción, en la que el aspirante debe dar el 150% de sí mismo!), faltas de ortografía o gramática, algo increíble teniendo en cuenta que el corrector de Word detecta él solito el 80-90% de ellas.
Por otro lado, hemos encontrado a gente que no tiene la licenciatura y ha bordado la prueba. Como gestor de una empresa que tiene un equipo de traductores que andará alrededor de las 20 personas (algunas a tiempo completo, otras a tiempo parcial y otras solo en proyectos ocasionales), mi interés es que las traducciones que salgan de Daruma sean de calidad y se entreguen en el plazo de tiempo estipulado. El plazo de tiempo es otro factor importante: un traductor puede ser buenísimo, excelente incluso, pero si se retrasa constantemente o da problemas de cualquier índole, le vamos a dar una oportunidad, dos, tres, las que sea, pero si no corrige eso dejaremos de contar con él/ella. Una cosa es traducir por afición y otra muy distinta es hacerlo para ganarse la vida, y en el segundo caso hay un “plazo de entrega” que se tiene que cumplir, ya que el prestigio de Daruma en bloque va en ello. A día de hoy, tras 13 años desde la fundación de la empresa, podemos decir que jamás hemos llegado tarde a una fecha de entrega, y ese es uno de nuestros principales factores de orgullo.
Cuando buscamos nuevos traductores, obviamente miramos el CV, pero primordialmente valoramos la prueba. Cierto es que en los últimos tiempos prácticamente todas las nuevas incorporaciones son licenciados de Traducción e Interpretación, pero históricamente no siempre ha sido así. Durante el “segundo boom del manga” (2002-2008 aprox.) hubo mucho trabajo y pocos profesionales formados en traducción específicamente (ahora estamos en pleno “tercer boom del manga” y por suerte eso ya no es así). Tuvimos que recorrer a personas con dominio del japonés y, sobre todo, del español (Importantísimo, como digo en el punto 7 aquí) y “formarlos” sobre la marcha. Algunos han resultado ser excelentes desde el primer día e incluso siguen a día de hoy trabajando con nosotros -porque nunca han dejado de hacerlo-, a otros les ha costado más, otros se han caído del carro por un motivo u otro, etcétera.
De hecho, puedo poner como ejemplos a Jesús Espí, bioquímico de formación y traductor “por accidente”. No se me ocurre nadie mejor que Jesús para hacer una traducción con fuerte carga científica, por ejemplo, porque tiene este tipo de formación. Aunque también borda el shônen y el shôjo, una cosa no quita la otra. Otro ejemplo es el malogrado Alberto Aldarabí que, por no tener, no tenía ni el bachillerato (problemas de salud a una edad temprana se lo impidieron), y aun así ha sido uno de los mejores traductores que han trabajado para Daruma: sigo pensando que Alberto es el mejor traductor de humor que ha habido en el manga-anime en España, como se puede comprobar en sus traducciones de Lamu o Keroro. Su chispa y su gracia valían más que cien títulos.
En definitiva, ¿es importante o no tener el título de traducción? Para Daruma (y sin ánimo de sentar cátedra en absoluto, que para gustos colores) es un “papel” que acredita que has sido formado específicamente para ser traductor. Un “papel” importante, ojo. Pero lo que de verdad valoramos es que alguien sepa traducir y, traduciendo, lo demuestre.
Pues sí, estás hablando de dos grandes. Jesús le da muchas vueltas a las cosas y se nota que le pone mucho “cariño” y que realmente le importa el resultado, para él no es solo un trabajo más.
Y de Alberto qué vamos a decir, los que tuvimos la gran suerte de conocerlo sabemos que esa chispa que mencionas formaba parte de él y de su forma de ser. Tenía una gran agilidad mental. Había cosas que solo se le podían ocurrir a él y eso a la hora de traducir, sobre todo en el caso del humor, se nota.
Para ser traductor, especialmente en este tipo de obras, que no olvidemos que aunque contengan una gran carga gráfica no dejan de ser literatura, hay que tener una mente creativa que no se limite a intentar calcar el original, sino que aspire a adaptarlo lo mejor posible a nuestra cultura (siempre que el género lo permita).
De todas formas, como bien has dicho, es muy importante dominar la lengua de destino. De nada sirve entender el concepto gramatical más complejo de la lengua origen si luego no somos capaces de transmitirlo adecuadamente siguiendo las normas de la lengua de destino. Todavía recuerdo que había gente en la carrera que se quejaba de que 3 faltas de ortografía suponían suspender un examen… Aunque por suerte los traductores creo que salen muy bien preparados en este sentido y somos de las carreras que menos problemas tenemos con esto.
Como siempre, hay que sacarse el sombrero con tus artículos, ¡maestro!
No conozco de primera mano como está el mercado de traductores en España, lo único de lo que puedo hablar es en Japón.
Sin licenciatura en traducción e interpretación, es imposible acceder a los trabajos en el 99% de los casos. Si solamente tienes experiencia, podrás hacer trabajos puntuales (100 o 200 palabras) y algún favor, pero poca cosa más (y lo encuentro lógico y ético).
Lo comento desde mi experiencia propia. Seguro que algún que otro tendrá una opinión diferente.
De todo lo comentado en el artículo, recalcaría lo de dominar el idioma nativo, algo imprescindible para todo buen traductor, y que no solamente se limita a la combinación JAP-ES/CAT.
Más de uno he conocido, y yo no soy el más adecuado para hablar de vocabulario/sintaxis/ortografía propia, que hablaban buen inglés y japonés, pero su castellano daba mucho que desear.
¿Qué sería mejor, un recién licenciado pero con prácticamente nada de experiencia, o alguien sin titulo pero que lleva traduciendo más de 10 años?
En Japón, la primera opción.
Si yo estuviera en España, diría la segunda opción.
Obviamente, el mejor perfil es el licenciado con 10 años (o más) de experiencia.
Pues yo he mandado mi CV varias veces ya a vuestra agencia, y nunca os habéis dignado nisiquiera en responderme…
Me extraña muchísimo eso! Seguro que lo has enviado a la dirección correcta? Porque SIEMPRE respondemos. Si eso, mándamelo a mí y lo derivo, igual es que por algún motivo cae a la carpeta de spam o algo así: marc(arroba)nipoweb.com
Totalmente de acuerdo, Jordi. Me parece contraproducente la obsesión con los títulos en profesiones creativas de este tipo, pero en Japón siempre vales lo que dice un papelito, son así de cuadriculados.
Gracias por tu comentario. Jo, cuánto se echa de menos a Tenchi, ¿eh…?
Muchas gracias por la respuesta, Marc.
Ahora mismo te lo hago llegar.
Un saludo!
Duda ¿es necesario ser de España para enviar mi CV? Me interesa mucho esa prueba de traducción, no, rectifico, me encantaría realizar esa prueba. Apreciaría mucho que me dieran la oportunidad de probarme a mí mismo, soy de Venezuela espero no haya problema que limite mi participación. Un saludo para ti Marc-sensei, este es mi primer comentario aquí en tu blog.
Hola. Me ha gustado mucho el artículo, aunque hasta diría que lo raro sería lo contrario. A veces me he planteado irme a vivir y trabajar a Japón (soy consciente de que es un cambio muy brusco XD), porque además mantengo amistad con gente de mi ramo (estudio Bellas Artes, todo lo que sea dibujo o imagen me parece bien) que estuvo o es de allí.
Totalmente de acuerdo. Salvo en unos pocos trabajos que entiendo que deban estar muy regulados para evitar problemas serios o muertes evitables (arquitectos o médicos, por ejemplo), lo que debería importar es que alguien sepa hacer su trabajo, no que tenga un papelito que diga que ha estudiado algo. Al fin y al cabo el cliente o el beneficiario de un servicio lo que va a querer es que el trabajo se haga bien y lo mismo le dará la formación del que lo hace mientras lo haga en condiciones. Sin embargo, en España para la inmensa mayoría de los trabajos como no tengas tal o cual título ya te puedes ir olvidando de que te contraten aunque seas de los mejores.