- Título: 一度きりの大泉の話 -Ichidokiri no Ōizumi- (Hablar una única vez sobre Ōizumi)
- Autora: Moto Hagio
- Editorial: Kawade Shobō Shinsho
- Revista: —
- Año publicación: 2021
- Clasificación: autobiografía
- Tomos: 1
No creo que me sea muy sencillo escribir este post, o al menos poder transmitir correctamente las informaciones que contiene el libro que voy a reseñar ni las sensaciones que me ha transmitido. Pero, siendo que este es un libro que ha salido en Japón hace muy poco (abril 2021) y cuya publicación en idiomas occidentales veo complicada, al menos en un plazo relativamente corto de tiempo, creo que es importante dar unas pinceladas sobre su contenido porque cambia bastante una serie de concepciones fijadas acerca de la historia del manga en general y del shōjo manga en particular. Concepciones que yo mismo tenía por muy asentadas y que, sin conocer todas las facetas del asunto –normal, puesto que Hagio explica por primera (y última) vez su parte de la historia con este libro– estaba contribuyendo a transmitir a través de artículos y charlas.
Como probablemente sabes si eres lector habitual de este blog (aunque hace años que no escribo ninguna reseña), me sigues en mi cuenta de Twitter o sabes a través de otros artículos, posts, charlas o lo que sea –míos o no–, o incluso has leído alguna de sus obras publicadas en español por Tomodomo Ediciones, Moto Hagio es considerada una de las grandes renovadoras del shōjo manga.
Como se ha comentado en muchas ocasiones, el manga para chicas siempre ha existido en Japón, aunque debido a la escasa presencia de mujeres a los lápices en los primeros años del manga contemporáneo (debido básicamente a cuestiones culturales típicas de la época –estaba mal visto que una chica dibujara manga–) prácticamente todos los creadores de cómic japonés destinado al público femenino eran hombres (Osamu Tezuka, Leiji Matsumoto, Tetsuya Chiba, Kazuo Umezz…). Salvo algunas excepciones, como Machiko Hasegawa, Masako Watanabe, Miyako Maki o Hideko Mizuno, aquello eran hombres veinteañeros y treintañeros creando historias para niñas. Con lo cual, muchas de las obras shōjo de los años 50 y 60 iban sobre huerfanitas, princesas o bailarinas de ballet y se tenía una concepción –no necesariamente correcta– de que el shōjo manga era “menor” en comparación con el shōnen y el gekiga. Para conocer más acerca de aquella época, nada mejor que nos lo cuente el mítico editor Akira Maruyama.
Así, cuando a finales de los 60 y, sobre todo, a principios de los 70, empezó a haber cada vez más y más mujeres dibujando manga –influenciadas sobre todo por Shōtarō Ishinomori y Osamu Tezuka–, el panorama cambió radicalmente y se produjo una “revolución” que por fin puso al shōjo en el lugar que siempre le habría correspondido –es decir, como un tipo más de manga al mismo nivel que el shōnen o el gekiga–: en el shōjo podía haber dramas históricos, romances, historias de ciencia ficción, de vampiros… Vamos, de todo.
Todo esto se suele atribuir al llamado “Grupo del 24” o “Generación del 24” (Hana no 24-gumi), llamado así porque las autoras de esta hornada habían nacido en los alrededores del año 24 de Shōwa, es decir, 1949.
Cuando se habla del Grupo del 24, dos nombres salen siempre en primer lugar: Keiko Takemiya (La balada del viento y los árboles, Terra e…) y Moto Hagio, que a principios de los años 70 se hicieron amigas y decidieron compartir una casa en la zona de Ōizumi, en Tokio, para poder dedicarse a su trabajo. Fue Norie Masuyama, que ya vivía con su familia en esa zona, quien les encontró la casa y, con el tiempo, pasó a vivir con ellas. Durante un par de años, aquella casa recibió innumerables visitas de diferentes autoras y fans, algunas de ellas más tarde reputadas mangaka a su vez. Algunas de ellas se quedaron incluso a vivir con ellas durante temporadas más o menos largas. Aquellos dos años de compartir casa fueron el germen del llamado “Ōizumi Salon”, que a menudo se conoce como “el Tokiwa-sō del shōjo manga”.
En 2016, Takemiya publicó una obra autobiográfica llamada Shōnen no na wa Gilbert (El chico se llama Gilbert), en alusión al protagonista de su mítica La balada del viento y los árboles (publicada en español por Milky Way Ediciones), donde al parecer cuenta muchas cosas sobre esta época del Ōizumi Salon. A partir de la publicación de este libro de Takemiya, Hagio cuenta que empezó a recibir una cantidad enorme de peticiones de entrevistas y propuestas para hacer series y otros proyectos acerca de este lugar y aquella época. Y aquello fue lo que motivó a la autora a contar su versión de la historia, que ahora se ha publicado en forma de este libro que reseño.
El libro se puede dividir en dos partes bastante claras. La primera cuenta la trayectoria de Moto Hagio con pelos y señales, desde su infancia y adolescencia en Ōmuta (Kyūshū) hasta su época en Ōizumi. También cuenta todos los enormes problemas que tuvo con sus padres, que jamás aceptaron que se dedicara al manga, lo cual le supuso un montón de problemas durante toda su vida, según se puede percibir por la dolorosa forma como Hagio detalla su relación con su familia, que incluso se podría definir como “agria y llena de rencor”.
En esta parte se cuenta cómo Hagio conoció a Norie Masuyama y a Keiko Takemiya. Takemiya era (y es) una talentosa autora, extremadamente dotada, hábil e inteligente. Masuyama no sabía dibujar pero fue una enorme influencia para las dos, ya que les recomendaba libros, películas y proponía historias y argumentos, y era una auténtica fanática de lo que ella llamaba shōnen ai (amor entre chicos). Veneraba toda película, serie, libro o incluso grupos como los Niños Cantores de Viena, y llenaba la cabeza con sus fantasías homosexuales entre chicos a todo el que quisiera escucharla: era, sin duda, la fujoshi primigenia. Además, cuenta Hagio, era muy crítica e insistente, y tenía clarísimo qué era el shōnen ai y, sobre todo, qué no lo era.
Según cuenta Hagio, ella nunca logró entender el concepto de Masuyama y se ganó varias broncas de su parte por no saberlo expresar a través del manga (en realidad pinta a Masuyama como una especie de “sargento del shōnen ai”, y cuando algo no le gustaba o no estaba de acuerdo no se cortaba a la hora de expresarlo con vehemencia, incluso cabreándose). En cambio, con Takemiya hacían muy buenas migas y compartían esa pasión, hablando incluso de crear una “revolución en el shōjo manga” a través del shōnen ai. Es a principios de los 70 cuando, en parte gracias a las ideas de Masuyama y su pasión, Takemiya empieza a poner las bases de la que sería la obra que lo cambiaría todo, la mencionada La balada del viento y los árboles, gran pistoletazo de salida del shōnen ai en el manga y el germen del BL. Una obra, por cierto, increíble y que recomiendo muchísimo.
Como decía, la primera parte de este libro es una descripción muy detallada de hechos y visitas que tuvieron Hagio, Masuyama y Takemiya en Ōizumi, basada en las propias notas de la época de la autora. Es una fuente de datos muy útil para saber quiénes pasaron por allí exactamente, en qué medida, y en qué época se creó tal o cual obra o surgió tal o cual concepto, así que las personas interesadas en ello tienen aquí un documento fantástico del que sacar todo tipo de datos. Eso sí, Hagio utiliza esta parte para dejar clara la cronología de los hechos, para demostrar de alguna manera qué ideas precedieron a otras, de qué forma, y quién las desarrolló por primera vez (como queriendo decir…)
La segunda parte del libro, en cambio, se vuelve bastante oscura, y es que se desprende con profusión que hubo muchísimo mal rollo entre las tres principales protagonistas. Sin que Hagio llegue a decirlo directamente en ningún momento –todo son muchas cábalas, deducciones, dudas, vueltas y más vueltas– acaba llegando a la conclusión, a través de terceros, de que es muy posible que Takemiya y Masuyama se cabrearan muchísimo con ella porque Hagio había desarrollado algunas ideas y conceptos que habían, de algún modo, frustrado su gran sueño de ser las pioneras en esa “revolución del shōjo manga”. En un momento dado, Takemiya y Masuyama deciden dejar Ōizumi para trasladarse a un piso en el barrio tokiota de Shimoigusa, y Hagio decide, inocentemente, salir también de allí para buscarse otro piso cerca de ellas.
Hagio cuenta con muchísimo dolor –que consigue transmitir a través de su escrito– que Takemiya y Masuyama empezaron a hacerle el vacío y, cuando empezó a publicar Kotori no su (El nido del pajarito), una de las historias de El clan de los Poe (recientemente publicado en español), recibió la tensísima visita de una Takemiya que simplemente le hizo frías e incisivas preguntas acerca de dónde había sacado la idea de situar la acción de su historia en un internado para chicos, por qué había un invernadero como elemento fundamental de ella, por qué los protagonistas eran dos chicos andróginos, y demás. La descripción de la escena es bastante desgarradora.
Hagio, que ya se nota que es una mujer de carácter difícil en el sentido de que no es demasiado comunicativa ni afable, y que tampoco se atreve a decir según qué cosas, se queda absolutamente muda y no sabe qué contestar. Aunque internamente piensa que todas esas ideas habían sido originalmente suyas, que hacía años que las estaba trabajando, que varias de las situaciones y paisajes provenían de sus propios gustos, de novelas y películas que había visto –entre ellas, las recomendadas por Masuyama– y del viaje que hicieron juntas por Europa unos meses antes. Pero todo esto es incapaz de decírselo a Takemiya. Unos días más tarde, Takemiya llama a Hagio y le dice que “olvide todo lo que había pasado”. Pero es demasiado tarde.
Hagio empieza a sufrir graves secuelas, sobre todo mucho picor e hinchazón en los ojos, eczemas, dolores… y se ve obligada, por pura salud mental, a alejarse de Shimoigusa y a aislarse de Takemiya y Masuyama. Se deduce de las páginas de este libro que el shock fue fuertísimo, y que según Hagio ha podido ir deduciendo más adelante, seguramente se trataba de una cuestión de celos y de rabia por haberse interpuesto en el “plan maestro” de Takemiya y Masuyama de ser las pioneras de la “revolución en el shōjo manga”. Que se lo había chafado, vamos.
Los hechos dejan muy tocada a Hagio, que decide olvidar todo lo relacionado con aquella época y cortar toda relación con Takemiya y Masuyama. De hecho, ella misma afirma que no ha leído absolutamente nada de Takemiya desde aquella época, ya que es algo extremadamente doloroso para ella. Y que, aunque han coincidido en algún que otro acto a lo largo de los años (fiestas, funerales, entregas de premios…), nunca han vuelto a dirigirse la palabra. El shock fue tan terrible que quedó como un trauma en la psique de la autora.
No obstante, como en 2016 Takemiya publicó su biografía, su repercusión empezó a ser muy fuerte y Hagio empezó a recibir todo tipo de propuestas sobre actos, eventos, escritos, entrevistas y proyectos, lo que estaba afectando profundamente a su salud mental porque ella no quiere pensar nunca más en aquella época. Sin embargo, como la insistencia y presión de productores, escritores, organizadores de eventos y demás llegó a ser tan y tan y tan grande, lo que estaba contribuyendo a desestabilizarla gravemente, acabó por decidirse a contar su versión de la historia “una vez y no más”. De ahí el título de este libro, 一度きりの大泉の話 Ichidokiri no Ōizumi no hanashi (Hablar una única vez sobre Ōizumi).
En el libro no solo da vueltas y más vueltas a su relación con Takemiya y Masuyama, sin llegar nunca a la descalificación ni mucho menos, y tratando siempre de intentar entender y hasta justificar sus acciones o decisiones (de hecho, le cuesta creer que Takemiya pudiera sentir celos de ella, ¡si es una mujer con tantísimo talento, con tanto empuje, tan simpática, afable y encima guapísima!), sino que también deja claras muchas otras visiones de la propia Hagio, entre ellas estas dos que me parecen fundamentales porque cambian bastante la visión que muchos (me incluyo) teníamos y el relato que siempre se ha ido transmitiendo entre expertos y divulgadores del manga:
- Le parece bastante increíble que se hable de “Ōizumi Salon”, y aún más que se esté creando una especie de leyenda alrededor de ese par de años en esa casa y sea incluso comparada con el Tokiwa-sō. Según Hagio, era una casa en la que convivían, trabajaban, charlaban, recibían visitas y poco más. Una casa y punto. Nunca fue un “Salon” (entendido como una especie de vivero de ideas y hub de creadoras) ni nunca se habló en esos términos.
- Es muy crítica con la expresión “Grupo del 24”. Alega que hubo muchas autoras que las precedieron a ellas en los años 60 (cuando Takemiya, Hagio y las demás que suelen ser incluidas en este grupo tuvieron su gran explosión en los 70), que ya empezaron a cambiar el shōjo manga unos cuantos años antes. Y da todo tipo de nombres, títulos y ejemplos concretos para afianzar su punto de vista. Como mucho, aceptaría que se hablara en términos de “El grupo del 24 según X o según Y”, porque según a quién le preguntes, dice ella, cada persona incluirá a algunos nombres en ese grupo y a otros no. ¿Por qué? ¿Basándose en qué? Yo mismo (Marc), cuando hablo del Grupo del 24, suelo incluir a Riyoko Ikeda (La rosa de Versalles), nacida en 1947, y por lo tanto para mí sí estaría en esta generación del 24, pero la mayor parte de los expertos no la suelen incluir ahí. ¿Por qué?
Esto explica la respuesta que me dio Hagio cuando la entrevisté en 2010 y le pregunté precisamente por el Grupo del 24. Me dio una respuesta que me dejó un poco descolocado pero que vista ahora, con esta información adicional, tiene todo el sentido del mundo:
- Se desmarca totalmente del shōnen ai. Afirma que nunca ha entendido el concepto, que nunca lo ha sabido manejar, que la propia Masuyama siempre le había dicho que no servía para eso, y que por lo tanto todo el mérito del afianzamiento de este género que más tarde desembocaría en el BL es básicamente de Masuyama y Takemiya. En ningún caso se la puede considerar “una de las madres del BL” (y ahí entono yo, Marc, el mea culpa porque lo he hecho más de una vez. Disculpe, Hagio-sensei, no era consciente de esto).
- Revindica el manga como un gran campo de libertad en el que no hay lugar para la competencia y donde hay cabida para todos. Es absurdo ser competitivo cuando cada cual puede trabajar de la forma que le dé la gana y todo el mundo por igual puede llegar a tener éxito por su cuenta sin necesidad de pasar por encima de otras personas. No entiende que pueda haber celos y envidias en un campo como este.
- Reivindica su derecho a olvidar aquella época y deja muy claro que ni tiene intención de hablar nunca más sobre el tema, ni va a escuchar ninguna propuesta relacionada con Ōizumi, y que básicamente le dejen en paz de una santísima vez: en gran parte, este libro es para dejar clarísimo todo esto y que, habiéndose visto obligada a revelar su punto de vista de la historia, lo quiere enterrar de una vez por todas. Es decir, basta de propuestas, basta de preguntas y basta de pedirle que se lea la obra y la biografía de Takemiya, que le da exactamente igual lo que diga o deje de decir (tiene muy clavada en la mente sus palabras que le dijo: “olvida esto, como si nunca hubiera pasado”, y es precisamente lo que quiere hacer).
En fin, hay muchísimas más perlas e informaciones en este libro que, debo reconocer, me ha dejado muy descolocado. La forma de escribir y relatar de Hagio es desgarradora y deja entrever sus enormes problemas para comprender lo que estaba pasando, sus traumas, los graves problemas de incomprensión con su familia y demás. Es un libro que me ha afectado bastante, y más teniendo en cuenta que entrevisté 2010 tanto a Hagio como a Takemiya sin tener ni idea de todos estos problemas entre ellas. Estoy seguro de que en aquellas entrevistas (todavía no las he repasado) toqué muchos temas sensibles sin saberlo, y que posiblemente, sin quererlo, hice que Hagio tuviera que rememorar dolorosos recuerdos.
Hagio me trató muy bien en todo momento e incluso, cuando para el Salón del Manga de Andalucía de 2010 (¿o 2011?) me pidieron si podía organizar una exposición sobre el shōjo manga clásico, le escribí para pedirle permiso para exponer algunos vídeos de su entrevista y ella no solo me lo dio sino que, sin que yo se lo pidiera, me mandó un enorme paquete con prácticamente toda su obra (decenas de libros) y muchísima información que guardo como oro en paño. ¡Increíble!
Después de leer esta obra me he quedado con ganas de conocer la versión de Takemiya y hoy mismo he adquirido el e-book de su biografía. A ver si saco el tiempo para leerlo y os comento.
PS: No descarto ampliar este post en algún momento por si me he dejado algún dato o impresión importante, así que estad atentos. Informaré a través de mi cuenta de Twitter.
Estoy comentando en un blog en 2021, flipa.
Gràcies, Marc! Quiero MÁS.
Desde hace mucho tiempo sigo este blog en las sombras solo leyendo los updates que llegan al correo y nunca comentando. Debo decir que volver a ver una reseña me alegró mucho ya que han sido varias veces que he decidido tomar títulos por las reseñas que se han publicado acá.
He quedado con mucho interés por la historia que se ha comentado y espero algún día poder leerla por mis propios medios.
Es que te haces mayor como Matsumoto, abuelo Urías.
“Aunque sea shōjo manga.” (jeje)
Por cierto que Matsumoto también vivía en Ōizumi. Como se ve al pasar por la estación llena de MATSUMOTADAs.
A Marc:
Es “Hacer el vacío” una ご無沙汰 o hay una expresión menos ambigua en japonés.
Y siguiento con la semántica, traducir géneros o demografías de manga como BL ボーイズラブ o shōnen-ai(¿hay diferencia?) creo que no se da a algunas categorías el mismo sentido en occidente que en Japón.
Y últimamente noto cierta polémica por parte de la “autoridad fandom” del Shōjo en España como ProShoujoSpain con que “yaoi” es despectivo para esos manga y que “la expresión ya no se usa”. Aún cuando sigue haciéndose hoy día manga doujin paródico “sin clímax, desenlace ni sentido” intencionado; y los japoneses creo que siguen usando la expresión.
Y como ésta, cualquier otra categoría de manga, pienso que no siempre será vista del mismo modo en Japón que en occidente. Gekiga, Seinen; Nekketsu, Supokon, Maho shōjo/magical girls, 空気系 (slice of life, vivencias) etc.
Su concepto supongo habrá cambiado con el tiempo en uno y otros mundos; Europa-España o USA respecto a lectores de Japón. ¿me equivoco? (Esto quizás lo ha estado estudiando también Urías-kanchō 艦長 que no 浣腸 je)
Espero que leas el libro de Takemiya, Marc, creo que todo este asunto se entiende mejor con los dos juntos. Además, está muy bien escrito y es muy emocionante. Takemiya se marca un “bakuman” siendo ella el prota que se esfuerza y Hagio el genio rival imbatible que no me extraña que le propusieran hacer una serie de tv.
El tema de los celos de Takemiya ella misma lo había admitido en su biografía. Moto Hagio lo que añade de nuevas son los matices. Creo que la clave del conflicto está en las horribles acusaciones de plagio que aparecieron después de que Hagio publicara Thomas no shizô.
Lo que yo interpreto que ocurrió es que, después de que Takemiya le lanzara a Hagio toda esa sarta de reproches sobre Kotori no su (Nido de pájaros) alegando que se había copiado de ella (del proyecto que todavía era La balada) le concede que no tiene derecho a acusarla de tal cosa, pero le pide que a cambio se aleje, de su cuaderno, de sus lecturas… en definitiva, no quiere que compartan influencias. Como bien dices, no quiere que le pise los planes.
Sin embargo, las acusaciones de plagio vuelven a repetirse cuando sale Thomas. No directamente, sino en base a rumores (muy feo, esto), que según Hagio corren por el mundillo hasta los años noventa. Esta es la razón de que Hagio no haya vuelto a leer nada de Takemiya. Si no la lee, no pueden acusarla de haberla copiado. Es lo que ella misma dice.
Una pena que exista este conflicto entre dos grandísimas autoras. Pero, por otra parte, no es una historia fuera de lo común en círculos artísticos.
“Sálvames” aparte, que es, por desgracia, con lo que se está quedando todo el mundo, creo que el libro de Hagio aporta reflexiones muy interesantes sobre la creación, la autoría, la crítica y la creación del “canon” artístico. Su renuncia a considerarse una madre del BL, me parece otra concesión muy generosa a Takemiya y Masuyama. Es innegable la influencia de las obras de Hagio, a pesar de no ser “shonen ai”, sobre las autoras de BL. Recuerdo ahora mismo como, por ejemplo, una de las teóricas más importantes del género, Akiko Mizoguchi, cita El clan de los Poe en el prólogo de su tesis doctoral Living and reading yaoi (no es difícil de encontrar en Internet si alguien tiene curiosidad, y está en inglés porque se doctoró en EEUU).
¿Hay que negar esa influencia por mera voluntad de la autora? Deberán decidirlo quienes tengan que escribir la historia del manga en un futuro.
Por otra parte, en cuanto al tema del grupo del 24, lo que interpreto que critica Moto Hagio es que se hiciera una lista con las autoras que eran “aptas” para revolucionar el shojo y las que no. Creo que quiere que nos preguntemos qué criterios son los que se manejan para considerar que una obra es artísticamente relevante y que nos fijemos en quién los decide. Masuyama apelaba al “gafapastismo” de la época. Quería autoras susceptibles de ser reconocidas por la crítica, con influencias de actualidad (post mayo del 68: Hesse, Jean Genet, la nouvelle vague, Tarkovski…). Autoras rupturistas, intelectuales, que “epataran”, en parte, porque era lo que se llevaba entonces. Estaba haciendo marketing, en cierto sentido.
Y no digo que esto sea malo porque lo que salió de ahí a mí me encanta, aunque estaría bien preguntarse, como invita Hagio, por qué estas referencias son las válidas y cuánto tiene esto de complacer los gustos de cierto sector influyente en el ámbito cultural, si me permitís el adjetivo, patriarcal. Es un poco conquistar el sistema desde dentro. Y lo consiguieron, ahí están en todos los libros como una edad dorada del shojo que no se ha vuelto a repetir. ¿Por qué? Es una buena pregunta. Igual, y creo que es a lo que apunta Moto Hagio, habría también que reconocer la valía y recuperar a otra serie de autoras más denostadas.
Nada más, gracias por escribir la reseña del libro, tenía muchas ganas de comentarlo con alguien aunque, la verdad, me da mucho respeto escribir sobre él porque trata temas bastante delicados.
¡Qué sorpresa me he llevado al ver que habías publicado algo nuevo después de tanto tiempo! ¡Y es que encima te ha quedado un artículo fantástico! No tengo conocimiento de causa ni sé por dónde me está pegando el aire en lo que al shojo respecta, pero lo he disfrutado mucho igualmente y ha despertado mi curiosidad, desde luego. Y, oye, eso ya es mucho, que soy muy cabezota y tiendo a quedarme en mi vil, aburrida y predecible zona de comfort, ja, ja.
Respecto a esa “semipetición” de Hagio de que no se la incluya como una de las madres del shonen ai o del BL, me hace preguntarme si es mejor honrarla y dejarlo estar, u optar por aplicar una de esas teorías de la muerte del autor. Quizás merezca la pena admitir que, aunque sea de manera indirecta o solamente como inspiración, su obra ha influido sobre autores y autoras de BL, por lo que tiene esa relevancia intrínseca que merece la pena tener en cuenta, caiga quien caiga. Podría ser una manera de no obviar su legado sin relacionarla directamente con ello, aunque me seguiría sabiendo mal por ella.
En un mundo ideal, y ahora que este post ha hecho que le coja cariño, espero que pueda pasar a la historia como una autora que brille por sí misma y que no se la junte simplemente con “el grupo que creó el BL” o cualquier cosa por el estilo que quieran sacarse de la manga. En fin, voy a tener que echar un ojo a esos enlaces que mencionas en el artículo y hacerme con alguna de sus obras, ¡porque tengo que darles salida a estos sentimientos de alguna manera!