- Título: Wild 7
- Autor: Mikiya Mochizuki
- Editorial: Shônen Gahôsha
- Revista: Shônen King
- Años publicación: 1969-1979
- Clasificación: Shônen
- Tomos: 48
Pues bien, siempre había una serie de manga, con muchísimos tomos (48, casi nada) y encima con lomo de amarillo chillón, que impepinablemente me encontraba en las estanterías. Una tal Wild 7, que, oye, debía de haber tenido mucho éxito en su momento, ¡porque esos lomos amarillos chillones son verdaderos invasores de las tiendas de segunda mano de manga! Efectivamente, más tarde, cuando ya empecé a saber un poco más de manga, supe más sobre sobre esta Wild 7, una serie que tuvo mucho éxito en los años 70, aunque quedó eclipsada detrás de los manga de deporte tipo Ashita no Joe o Kyojin no Hoshi, las grandes obras setenteras de Tezuka (Black Jack, Hi no tori, Mitsume ga tooru…), el space opera de Leiji Matsumoto o los excesos del amigo Gô Nagai, con Harenchi Gakuen, Mazinger Z y Cutie Honey en cabeza.
Total, que un día me decidí a comprar los dos primeros tomos del famoso Wild 7, harto ya de ver esos lomos chillones en las tiendas de segunda mano. Y, sinceramente, quedé gratamente sorprendido. Se trata de una historia muy bestia, muy fascitoide, pero que tiene un ritmo trepidante y una agilidad de dibujo que ya querrían para sí muchos de los dibujantes actuales que tienen muchos más recursos que los que tenía su autor en los años 70.
La historia va tal que así: la ley japonesa se revela poco menos que inútil contra cierta clase de criminales de gran envergadura, que utilizan varios recursos (buenos abogados, influencias en la policía, algún que otro soborno a los jueces…) para salir prácticamente impunes de cualquier arresto o acusación que puedan sufrir. Total, que a un lumbreras de la policía se le ocurre reclutar a gamberros y fueras de la ley para crear un cuerpo de siete policías motorizados con “licencia para matar”. Básicamente, están por encima de la ley y pueden cargarse a cualquiera así, por las buenas. Así, estos siete individuos, que son todos unos bestias de agárrate y no te menees, montan cada pifostio que es para verlo (y si hay que disparar misiles, pues se disparan, oye, ya ves).
El prota es el típico jovenzuelo guaperas de los años setenta, un chaval llamado Dairoku Hiba que además va de malillo en plan James Dean (vamos, es que es una fotocopia del Dean, para qué esconderlo). El resto del grupo de los “siete salvajes”, pues más o menos clavado a los del grupo de Cyborg 009, básicamente todos feíllos menos el prota (excepto que en Wild 7 no hay fémina en el grupo, curiosamente). Ya veis que Mochizuki no fue muy original en lo referente a diseño de personajes ni en su composición básica en plan “grupo”. De hecho probablemente se copió descaradamente de lo que había funcionado, que era Cyborg 009.
Sin embargo, no me negaréis que el planteamiento de la historia tiene su miga, porque no está en absoluto exento de polémica. ¿Hasta qué punto unos tíos tienen potestad de ir a cargarse a cualquiera que ellos consideren un “criminal atroz”? En cualquier caso, ésta es una de las maravillas de las obras antiguas, que no se planteaban casi para nada el tema ético ni tenían miedo de que viniese quien fuera a meterles un pleito (ahora a veces nos pasamos de “corrección política” en todo lo que hacemos, imponiéndonos una autocensura brutal para no ofender a nadie, ¿no os parece? -y yo me incluyo, ojo-) Pues bien, Mochizuki no se corta y, por encima de esta premisa del grupo policial brutal y con potestad para hacer lo que le dé la gana, construye un manga lleno de acción trepidante, muy bien dibujado y que ciertamente hace que el lector se quede embobado pasando página tras página sin parar. Además, el formato es muy interesante, ya que presenta historias autoconclusivas que normalmente abarcan ciclos de dos tomos, unas 400 páginas, ni muy largos (cansarían), ni muy cortos (darían ganas de más). Así, en los 48 tomos de los que consta la primera serie, tenemos 21 historias completas. Aparte de estos 48 tomos, hay varios spin-off que sumarían un total de 19 más (o sea, que hay 67 en total, ¡fiu!) y, cómo no, una serie de imagen real setentera, unos OVA y un anime bastante reciente (de 2002), de 13 episodios.
En definitiva, una serie interesante para los amantes del manga clásico shônen de aventuras pero que, debido a su larga extensión, es ciertamente complicado que la veamos en Occidente, al menos a corto o medio plazo.
¿Hasta qué punto unos tíos tienen potestad de ir a cargarse a cualquiera que ellos consideren un “criminal atroz”?
Je,je, je… Pregúntaselo a los yankis. XDDD
Más que la extensión, el principal problema que le veo es, como tú has dicho, su planteamiento sin dilemas morales. Si en algunos videojuegos se censura el gesto japonés de fuerza de tocarse el bíceps porque eso se puede interpretar como un corte de mangas, imagínate algo como lo que cuentas.
Bufff, demasiados tomos y encima una obra de hace años… la mayoria de los compradores habituales de manga no se la harian (esque mola mas Bleach, esos tomos de batallas y batallas sin nada que leer…) por el hecho de ser antigua. 🙁
Cuánta razón tienes, Jesús… El problema es que los yankis (bueno, su gobierno) son capaces de hacer impunemente todo tipo de atrocidades pero, en cambio, si a alguien se le ocurre plasmar eso mismo sobre un papel, en una obra de ficción, le tildan de “nazi” y de “terrorista contra la libertad”. O si no, mira lo de Abu Ghraib, sin ir más lejos… Eso mismo que pasó lo llega a escribir Tom Clancy (por decir uno) en una novela y le montan un pollo que no veas.
Jeparla, efectivamente, ésta es una obra que, por su extensión y temática (anticuadilla), es muy muy muy difícil que llegue aquí. Pero igual algún día podemos leer algún tomo gordote con alguna de estas historias, en plan degustación. Pero lo que pasa es es que a los japoneses, esto de partir las obras no suele gustarles. Una de las pocas excepciones fue Golgo 13, y mira, a lo tonto ya se ha publicado el “Reader’s Choice” en varios países, cuando absolutamente nadie se habría atrevido a empezar con la serie regular. A ver si espabilan los licenciadores japoneses y se quitan de tantas manías *sigh*…
Hmm, así que este es el famoso manga al que hacía referencia Shinji Mimura en Battle Royale. Lo cierto es que como manga-xplotation funcionaría, al menos por mi parte, pero si ya de por sí es un género con poca fortuna en el mercado actual del cine (una pena porque Grindhouse apunta maneras, y eso que reivindica un tipo de historias que se disfrutan malamente en el siglo XXI, totalmente descontestualizadas de su periodo de publicación), en el minoritario mundo del manga no cuajaría.
Un saludo marc, y un placer tener un nuevo blog de visita diaria, máxime si toca mangas de todo tipo (uno que disfruta independientemente del año de publicación)